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errores comunes

Ningún movimiento originado en el interior de la tradición puede ser ideológico ni ponerse al servicio de ningún objetivo social, por moralmente admirable que sea este. Uno sólo irrumpe en el canon por fuerza estética, que se compone primordialmente de la siguiente amalgama: dominio del lenguaje metafórico, originalidad, poder cognitivo, sabiduría y exuberancia en la dicción. La injusticia última de la injusticia histórica es que sus víctimas no precisan otra cosa que sentirse víctimas. Sea lo que sea el canon occidental, no se trata de un programa para la salvación social.

Harold Bloom. El canon occidental.

un segundo o todo

MENIPO. Un filósofo, Hermes, o, más bien, un mago, un hombre lleno de charlatanería; de modo que también a él desnúdalo; verás muchas cosas ocultas bajo su manto.

Caronte, Hermes y varios muertos. Luciano de Samósata. Diálogos.

Digo últimamente me siento como si últimamente me sintiera de algún modo. Digo como si supiera, como si tuviera que aseverar algo sobre mi propia vida. En una generación de llorones, lloro. Tengo mi casa, tengo mis libros, tengo a mi niña. Rectifico, soy con mi niña. Pero aún así lloro. Escribo desde linux, mi última manía importante cuando lo es. Cuando me obligo a que lo sea. Me pregunto si en medio de todo esto estoy yo: y eso sigue siendo llorar. Cuando las cosas van bien uno se pregunta si no se equivocó en algo.

¿Por qué?

Porque que todo vaya bien no es tan fácil. Y uno se mosquea.

No puedo pagar el alquiler, pero invariablemente lo sigo pagando. Me lo resto de comer, pero no adelgazo. Me tomo cervezas frente a los libros y después, con la escoria (literal, sin interpretaciones), escribo esto. Aunque esto es importante, no sé por qué divago. Suena pearl jam en el ipod, me gusta pearl jam, me gusta el ipod, es lo mejor para un tipo desordenado, está todo ahí. Todo va jodidamente, porque no me encuentro en todo esto. Pero a veces me encuentro, ya. A veces desbarro. Me gustaría dar muerte a una monja con un golpe de oreja. Todo metafórico, por supuesto. Mientras voy llorando percibo como se calienta el portátil con linux, como un acto reflejo. Le puedo dar importancia si yo quiero, me puedo tirar con ello horas hasta solucionarlo, sin pensar en nada. Pero después quedo yo. Eso sí que es importante.

Después de todo quedo yo.

Y aunque duermas conmigo no vas a poder arreglar eso. En todo momento llegará un momento en el que yo piense en yo y todo quede en yo. Puedo pensar en ti y dormirme. Pero aún así lo decidiré yo, eludiendo la cosa, no sé si me explico. Cuando duermes conmigo me levanto con ganas de componer, con ganas de componerte, ha sido todo tan precioso que tengo ganas de cantarte, ya. Pero eso no soluciona nada, más que el momento, porque soy imbécil. Tú sientes lo mismo, estás igual. Mi gran suerte ha sido dar contigo, N.

Cuando duermes conmigo me levanto con ganas de hacerte pan tostado con aceite de oliva, tomate y jamón. Y te lo hago, qué coño. Me voy al ahorramás mientras aún duermes, compro todo, y te lo preparo, y lo disfrutas. Y es importante. Pero leo en tus ojos que alguna noche no sé si esta noche te preguntarás cosas que no tienen que ver conmigo, y que están ahí, y que seguirán estando aunque yo no esté, y que son las mismas cosas o semejantes a las que están aquí para mí cuando no estás, o incluso aunque estés, o aunque te empeñes en estar cuando no… cuando no se puede. Pero leo en tus ojos que nunca se sabe cuando será una noche de lluvia, y los perros tras una noche de lluvia pierden los rastros y están perdidos y no saben bien dónde están porque perdieron todos los olores que se fueron con la lluvia, hacia las alcantarillas, como si saber dónde fueron fuera algo.

¿Es triste?

No creo.

Más bien es una lucha, un marco. Como las horas. Nadie se cuestiona las horas, porque todos llevan reloj. Es cuestión de mirar. ¿Te quiero menos por todo esto? No. Te quiero más por todo esto. ¿Y cuando no estás? Te quiero más, por cuando yo no estoy.

Tengo que quererte en reserva, para cuando no estoy. Tú me quieres en reserva, para cuando no estás. A la mierda todos, joder, que no queda nada, quedan koldos, miguelones, hares, rosas y otros para cuando no estoy. Y cuando estoy en la cama, metido en el descanso final de un día final no queda nadie, más que yo. Quedas tú. Quedan ellos. Quedamos todos. Pero estoy en la cama, mirando el techo.

Escuchando a Pearl Jam.

A la mierda el mundo, joder, que nunca me dio nada. Me lanzó a mi cuarto sin preguntarme. Me metió en medio de mis padres, en medio de todo. Después yo he ido cuajando mi derrota, pero no porque sea un desgraciado.

Siempre he ido pensando en la derrota.

Siempre la he deseado, huele tan bien, a realidad…

Huele tan bien, en realidad…

Tenemos que cumplir penitencia y expiación conforme al orden del tiempo, porque el tiempo sólo entiende de circularidad, y nosotros… somos lineales en el tiempo, nacimiento, muerte, ya se sabe.

Más tarde, en la muerte del sexo y esas cosas, en el tiempo y la deflagración del tiempo, que son también cosas, en el hoy y el supermercado y en el arroz y en el estar viviendo ahora y así… vendrás con una botella de vino… escucharemos algo de música… revisaremos la historia… y entonces… sólo entonces… reconciliado con el mundo si lo hay… me darás un beso.

Y entonces, sólo entonces, por un efímero segundo valioso como el oro todo tendrá sentido.

Y no será nada, lo será todo. Y todo lo demás, como telón de fondo, seguirá esforzándose por hacerme pensar. Pero nada tendrá tanta fuerza, en ese segundo. Qué cosas.

Umberto Eco. Baudolino.

baudolino, umberto eco

Baudolino.
Umberto Eco.
Editorial DEBOLSILLO.
© 2000 R.C.S. Libri S.p.A. -Milan, Bompiani.
© 2001 , de la edición en castellano para todo el mundo:
Editorial Lumen, S.A.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona.
© por la traducción Helena Lozano Miralles.
Ilustración de la portada: montaje sobre miniaturas medievales.
Impreso en Litografía Rosés, S.A.
Progrés, 54-60. Gavà (Barcelona).

Umberto Eco sigue jugando con la teoría de la realidad, el uso de los símbolos (el lenguaje y las representaciones físicas a través de los objetos), negociando las relaciones entre la verdad y la mentira. En la cabeza de los justos inocentes sólo la verdad es constituyente de realidad, pero esto sólo sucede en la cabeza de los justos inocentes. Ciertamente, mentira y verdad se confunden en el juego de las significaciones para dejar lo que es y lo que queda. Baudolino es una especie de mentiroso honrado que ve y comprueba que sus mentiras se convierten en realidad, y que cuando vive la realidad «real» (por reflejarlo de algún modo), todo se le desmorona.

La mentira (o el mito, no estrictamente la mentira) construye una Historia que no logra destruir más que el olvido, si llega. Por decirlo de algún modo, el mito tiene un componente de realidad que no se marchita. Sin embargo, la realidad patente (si es que eso significa algo) se deteriora en su suceder mismo. Una mentira piadosa, una mentira que la gente necesita, pronto se llena de realidad y se confunde con los hechos reales, si es que los hechos pueden significar algo más allá de las significaciones que se les adhieren. Por la propia condición humana en el devenir todo es mito.

La realidad del ser humano es la significación que le da a las hechos, a las cosas, a los sucesos. Los hechos son fríos, no dicen mucho sin las significaciones. Y los hechos una vez acontecidos desaparecen, quedan en la memoria, que no es un receptáculo imparcial ni sincero. En la novela, divertida, Eco pone en juego todos estos recursos para construir una historia que tampoco es… objetiva, en sí misma. Es una recreación de lo sido, y como todas, pierde objetividad nada más nacer y la sigue perdiendo según se genera; pero no importa, porque es parte de los personajes como los personajes mismos son parte de sí mismos.

Todo es mentira porque nada se parece a lo que fue, pero todo es cierto porque es el humus constitutivo de todo lo que hacemos y somos. En el filo de esta navaja se encuentra nuestra interpretación del mundo, que no es mentirosa pero tampoco es cierta, y tampoco tiene que ser ninguna de las dos para ser efectiva. Al igual que en el péndulo, Eco acaricia la idea de que las mentiras, como cualquier otro tipo de acción humana, al tener consecuencias impredecibles puede volver sobre el que la crea y modificar nuestra realidad. Así es, la mentira se inicia en un momento dado e inicia su curso con absoluta independencia del que la genera. En cualquier momento puede dar la vuelta e instalarse en nosotros con toda la realidad de la creencia.

Y es que la mentira, repito, como cualquier otra acción humana, crea un eje de ordenadas y abscisas sobre el que se encuadra la realidad como punto cero de referencia. Y cuando una mentira se transe de realidad y de creencia ya poco importa todo lo demás.

En el telar de las significaciones sólo hay piezas que se encajan en un momento dado y forman el humus del que todo se desenvuelve y donde todo transcurre. El tablero de juego, el eje de ordenadas y abscisas, el sentido del día a día.

Y es la misma manía de siempre, lo llamemos «realidad» o «Dios» o «Historia» o como queramos, nos pasamos la vida buscando ese punto cero que no puede existir. Y, es más, que si existe no podríamos ver jamás (y mejor que nadie lo vea, porque de ahí a la gerra santa…). Se me viene a la cabeza Novalis:

En todas partes buscamos lo incondicionado, y lo único que encontramos siempre son las cosas.

Y Boris Vian (La espuma de los días, negrita mía):

En la vida, lo esencial es formular juicios a priori sobre todas las cosas. En efecto, parece ser que las masas están equivocadas y que los individuos tienen siempre razón. Es menester guardarse de deducir de esto normas de conducta: no tienen por qué ser formuladas para ser observadas. En realidad, sólo existen dos cosas importantes: el amor, en todas sus formas, con mujeres hermosas, y la música de Nueva Orlenas o Duke Ellington. Todo lo demás debería desaparecer porque lo demás es feo, y toda la fuerza de las páginas de demostración que siguen proceden del hecho de que la historia es enteramente verdadera, ya que me la he inventado yo de cabo a rabo. Su realización material propiamente dicha consiste, en esencia, en una proyección de la realidad, en una atmósfera oblicua y recalentada, sobre un plano de referencia irregularmente ondulado y que presenta una distorsión. Como puede verse, es un procedimiento confesable donde los haya.