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alucinación vertical invertida

–¿Y quién dice la verdad, quién miente?
–Sé por dónde vas, y no va a bastarme con eso. Alguien dice la verdad. Alguien miente. Basta ya de equilibrismos, ese juego empieza a aburrirme.
–Bien. Entonces responde a mi pregunta.

Libro ilustrado de los encontronazos, parte segunda.

no quedó nada en el recuerdo
más que las conclusiones finales,
retrocediendo en oleadas
alterando lo que había dejado de ser presente

a veces, tantas veces,
el final redefine, recrea, reconstruye

a veces, tantas veces,
el final se encarga de todo

a veces, tantas veces,
ya no fuimos más que lo que ahora somos
y nos recordamos colocándonos ahora
donde estuvimos entonces

impostándonos de algún modo

hablándonos con voz de ahora
sobre los inertes cuerpos de entonces

explicándonos ahora lo que ahora no vivimos,
entendiéndonos ahora donde nunca nos entendimos

quién miente, quién dice la verdad,
quién recuerda, quién puede recordar,
quién sabe, quién supo,
quién es capaz de hablar de aquello,
de esto, de nada, de todo, de algo

quién puede ser capaz de extraerse a sí mismo de esta muela temporal,
quién se piensa capaz de removerla,
de limpiar de tiempo el tiempo,
quién se atreve a tanto

qué queda de mí sino el ahora
extendiéndose como una guerra
sobre lo de mí que queda

qué queda sino nosotros, eternos,
recreados, sólidos, efímeros

qué queda de la arcilla cuando ya no es barro,
¿quién miente, quién dice la verdad?
¿quién podría hacer algo distinto?

diario de una entrada

A la derecha de la escalera había una luz. Siempre me intrigó saber a dónde conducía. De la puerta diminuta salía un rumor sordo de actividad y un olor que yo sentía de sudor y humedad, como si allí dentro estuvieran las galeras que mantenían el edificio en marcha. No vi entrar ni salir a nadie jamás. Fuera lo que fuera que estuvieran haciendo ahí dentro, eran discretos.

Años después me armé de valor, cogí el pomo, entré y me encontré con un cuartito para los cubos de basura junto al zumbido de los contadores de la luz. Ese día el edificio se convirtió en lo que había sido siempre, lo mismo que ha seguido siendo desde entonces. Así es como el misterio va perdiendo la batalla que libra contra el absurdo en mi cabeza. El absurdo tiene ventaja y suele ganar siempre.

alucinación de plancha de metal gravitatoria

no
quedaba
más
tiempo

y la cabeza agonizaba crispada por la angustia

tu entrabas, salías,
hacías volar cuchillas,
escupías fuego y viejos rencores
que yo sólo podía encajar entre los dientes
(terminaron cayéndose todos ellos
—todos los dientes, todos los rencores—,
entre el agotamiento, el esfuerzo y la pérdida)

hubo lágrimas, mocos, babas, ausencia,
llanto, espanto, cristales de
vida estallando por todas partes,
inundando de diminutas heridas
el ahora,
de cientos de pequeñas rupturas
un futuro encogido de pronto

vida restallando en pedazos,
pedazos sobrevolando el tiempo y el espacio recién creados
que acabábamos de darnos

pedazos que fui reuniendo con cuidado desde entonces
sin ser capaz jamás de esmerilarlos