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volver a la corriente

Mientras tanto el tiempo pasa y yo estoy en algo nuevo. Un hierro del conjunto de engranajes y palancas dentales ha explotado, pero ni me afecta ni se ve. De nuevo a consulta. Qué aburrido estoy de eso. Pero el tiempo se detiene y acelera, y ahora estoy por las tardes con un altavoz, unos cascos sony de hace 30 años que se han librado de varias tiradas por no llamar la atención, el portátil y un micro, buscando melodías en el supermercado salvaje y adocenado del qué decir.

Me puse la vacuna de la gripe por primera vez. Se hinchó el brazo. No mucho más.

Ayer volví a ver entrevista con el vampiro sólo porque empiezo a sentir algo que vi por primera vez allí. Que leí, más bien, en el primer viaje a La Palma. Un tipo que despierta después de un largo tiempo asustado, desorientado y cabreado, muy cabreado. La vida parece que se abre para él y que vuelve a ser él mismo siendo ya otra cosa.

Es curioso lo poco que a veces hace falta y lo imposible que era cinco minutos antes.

lo de unos y otros

Me cuesta defender opiniones. Por un lado me dan pereza ciertas cosas, una de ellas discutir. Tengo la sensación (doble jackpot) de que argumentamos desde lo que queremos que sea y no nos importa mucho lo que es. Nuestro modo de intentar acercar la utopía a la realidad es hablar ya desde allí.

Me cuesta defender opiniones porque siento el peso demoledor de las tendencias, esas muletas que a base de narraciones son ya piernas, carne, cuerpo, sustancia, sólido.

Este es un juego de narrativa. Del mismo modo en el que la utopía se construye dándola por cierta, la vida no es más que la narrativa que más se comenta. Narramos lo que es y lo que no es, narramos lo que debería ser y lo que no, y hay cosas tan narradas ya que su realidad parece sólida e inatacable cuando sólo es un cuento incesante que no dejan ni dejas nunca de contarte.

Me cuesta defender opiniones. A veces es como achicar agua de un barco con una cucharrilla cuando ni siquiera estás seguro del océano, de las nubes, de ahogarte si parases.

Sobre opiniones no deberia discutirse jamás.

(Quizá sólo informarse, situarse, mapear balizas de otras barcas y otras cucharillas del entorno.)

buah

Hace frío y me gusta y no lo hace. El sábado caminando el aire estaba claro y se veía lejos sin brumas, llevaba chaqueta y caminaba y un frío ligero se me metía bajo las mangas y me acariciaba las muñecas intentando reconciliarse conmigo. Es una pelea de hace años, no va a ser tan sencillo. El frío viene con la noche y cada vez soy más diurno.

Hace frío y me gusta y lo no hace. Con el frío vienen los días cortos. Los días cortos traen noches largas. Tengo mucho peligro en noches largas. Prefiero el calor, las noches cortas, las camisetas, caminar, mirar por la terraza.

Prefiero ser feliz, la verdad.

Al respecto leía el sábado en El País una entrevista a Ribogerta Bandini en la que decía "has confundido la felicidad con la euforia" y la frase explotó en mi cerebro con un enorme bang. No ha dejado de hacerlo desde entonces.

Esa es la historia de mi vida. La que debería estar contándome constantemente para no olvidarla jamás. Mi daño. Mi forma de no disfrutar lo que debería y de retenerme en lo que no.