Cansinez mañanera de levantarse arrastrando los pies para dejarse cocer en la ducha repoblando los aromas cítricos en la piel para ponerse delante del ordenador a hacer cosas que no me interesa lo más mínimo hacer.
Al menos huele bien.
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Cansinez mañanera de levantarse arrastrando los pies para dejarse cocer en la ducha repoblando los aromas cítricos en la piel para ponerse delante del ordenador a hacer cosas que no me interesa lo más mínimo hacer.
Al menos huele bien.
Esta mañana, hace un momento, estaba caminando en la acera del interior de una rotonda para ir a comprar cocacola al chino. Un frío seco se colaba por el hueco que la protuberancia de mi barriga genera en la cintura de la chaqueta. Todavía está puesta la decoración de navidad, un José María Niño de alambre retorcido pintado de blanco. Cuando he mirado a la derecha para cruzar, una señora en un Mini me ha mirado con una rabia bruta que le desencajaba la cara. Le he devuelto la mirada, intrigado. Me ha rebasado y ha seguido hacia delante. Yo he cruzado, he comprado y me he vuelto por el mismo sitio. El frío se va acumulando con el tiempo y cada vez cuesta menos sentirlo.
Alguien que es capaz de decir "no sabe distinguir entre la actividad ministerial y el activismo" es alguien que no es capaz de darse cuenta de que está asumiendo sus ideas como lo normal y las distintas como excentricidades que hay que mantener aparte. Que haya un tontuliano así en el debate de radio nacional es perfecto, que lo sean todos manda señales inequívocas.
Todo esto todavía a vueltas con la ganadería intensiva, entre negar lo que realmente se dijo incluso con el texto delante y negar lo obvio. La verdad no le interesa a casi nadie, ya ni como arma arrojadiza.