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Sentado, dormido y meditabundo…

… me hundo taciturno en la similitud de las
caras, de los gestos, de las rutinas cotidianas
que articulan el día.

(El otro día nos miramos,
pensamos cesar en intentarnos…).

El café hirviendo, las lentillas y
la madeja de pelo empegostada por la
gomina de la noche anterior, el aliento
de tabaco, un calcetín y otro distinto,
me siento cansado y desgastado
pero aún sigo, por ti o por mí o por ambos
o estrictamente por
ninguno.

(El otro día hablamos, y aunque las lágrimas
no se infiltraron en lo que
no les importa, bien sé que
les hubiese encantado).

La primera clase indescifrable y el café y la
segunda mejor y el café y la tercera audible y
el café y la cuarta desvanecida y café y
la quinta imposible y el autobús y dormir…

Y la ducha y el cansancio, el afeitado
rápido y la gomina y el
desodorante y la colonia y el aftershave,
correr al trabajo con retraso y despedirme
de Sonia que no dice nada pero piensa
otraveztardeotravez y
el café y el zumo de naranja y clientes y
Montse o Ana y clientes y el zumero y
clientes y la cafetera y clientes y las cámaras
y clientes y barrer la moqueta y nadie
y limpiar por dentro y nadie y la caja
y un cliente y las bolsas, fregar y el
cubo, las luces, el cierre y adiós hasta
mañana nos vemos cuídate el catarro
que duermas bien y mañana tal vez salgamos
antes.

Llegar y la tele o el verso o el libro y
dormir algunas horas con suerte hasta
el día siguiente, en el que me encuentro
sentado en la parada del autobús.
Y me hundo taciturno en la similitud
de las caras, de los gestos, de las rutinas
cotidianas que articulan el día.

(Mandarte a la mierda
no sería suficiente, aunque no tengas culpa
alguna. Mejor no verte
y no pensar y conseguir
un segundo en el que todo sea nada
y pueda amarte como siempre).

Siempre debimos

llamar ayer al ayer, y no
recuerdo. La lluvia caía, tomábamos
café, tú jurabas algo, me besabas las
manos. Yo caía, caía. Como las horas o
los sueños al despertar. Como los días
que no puedo y que sonríen sin volver
luego. Yo caía. Como el café, desde la
mesa al suelo o el silencio o la broma
del momento. Tú me jurabas algo, yo
asentía, fumaba, pedía la hora mientras
caía. Tú llorabas, llovías. De la tierra y
la lluvia el verde, y de mí y tus lágrimas
una despedida.

Si quieres…

… nos vamos, si piensas que
va a servir de algo. Si lo prefieres, tomaremos
aquí otra cerveza, estoy sentado, no
estoy tan mal. Sólo otra, de
verdad, después pasearemos o haremos
el amor en algún parque, o nos
pediremos perdón o dormiremos hasta
que el frío del rocío nos despierte,
ateridos, en un césped verde de
gritos no escuchados.

Pues gritamos, eres un ángel cuando
duermes, pero gritas, tan alto que
no hay música que lo cubra, que
lo silencie. Lo sé, por ello no
quiero irme de aquí, al menos,
no tengo que hablar, o que escucharte.

Aquí, al menos, puedo callar y mirar
al vacío sin que parezca un problema,
una preocupación, una culpa.

Una cerveza más, lo juro. Después,
seré tuyo hasta donde pueda, el resto ya lo
desearás tú bastante. Seré tuyo
como soy de todo, del barro que me
cubre, de éste o de aquel otro. Seré
fuego, si tú quieres, seré estanque,
si prefieres llorar. De todas formas,
da igual. Puedo ser divino o maldito,
borracho o calculador o economista o
amante, da igual. La noche es joven,
y nos ofrece sus dones.

Tan sólo una cerveza más.
Lo juro.