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puentes

Alguien hace más de veinte años te regaló una mano hecha en cerámica a modo de portavelas aunque no lo es y hoy que estabas limpiando porque se cumplen ocho años ocho años ya y tienes que renovar el contrato y quieres que la casera vea que todo está limpio muy limpio pero no muy genial que no piense que puede alquilarlo por más pese a que todo alrededor es más caro y que prefiera la seguridad de cobrar al premio de cobrar más. Punto. Y la mano de la que no te acordabas pese a haber estado ahí siempre de repente aparece y dices oh, qué bien, ahí está eso. Ella cuando te la regaló te amaba y eso y ahora no te ama y tú no sientes nada pero la mano está y permanece como un recordatorio de un momento concreto que se vuelve real mientras la miras y piensas oh, es eso. Tú no sientes nada pero recuerdas haber sentido, haber sentido eso, y de repente todo es tan vívido. Punto.

Un torrente de recuerdos atraviesa tu cabeza. Punto.

Punto. Punto. Punto.

Y recuerdas haber amado y eso y era tan idiota que amabas sin más y no te preocupaba ser tan vulnerable como eras y desde entonces no has vuelto a serlo porque te has escudado y eso. Punto. Y eso.

Punto.

Alguien hace más de veinte años cuando todo era más sencillo cuando menos cuajado cuando menos consciente de lo vulnerable cuando todo podía ser cualquier cosa cuando follabas en los portales y en los parques y cuando todo era amor y sexo y eso y punto. Punto.

Alguien hace más de veinte años. Te has quedado mirando la mano que no recordabas pese a haber estado ahí siempre, en el salón, escrita en memorias momentos escrita en las cosas que han sucedido y que, después de un tiempo, han dejado de hacerlo. Recuerdo haber amado y era de algún modo idiota y de otro estupendo y punto. Punto. Punto. Y has estado a punto de tirar la mano a la bolsa de las cosas que ya no quieres y que vas a tirar mañana y, de repente, has sentido de nuevo aquello. De refilón, a modo de recuerdo.

No lo has sentido exactamente, pero de algún modo te has puesto en situación.

Y la has puesto en una estantería para no tirarla y has hecho una foto y punto. Punto. Y la guardarás porque. La guardarás. Querrás verla en el futuro. No sabrás lo que significa porque habrán pasado miles de años pero de algún modo tendrás claro que eso significó un montón en el pasado y. Punto. Oh, qué bien, ahí está eso, dirás en el futuro. Tenía miedo de haberla perdido. Cuando todo sea otra cosa, otra definitiva cosa, y aún siga estando bien recordar que hace miles de años todo era jodida emocionante hermosa preciosamente distinto. Todo era otra cosa.

Entonces era eso. Punto.

Punto.

Punto.

De repente, y de un modo lúcido, recuerdas el anticuario de qué museo de metralla eres. Eras. Fuiste. Punto. De eso iba eso. No va a ir de ello mañana, pero está bien hoy.

Recapitulas.

vtcuela

Vamos a liberalizar el mercado, que significa poner a unos trabajadores a competir contra otros para reducir costes y ofrecer servicios baratos a otros trabajadores que pierden constantemente poder adquisitivo. Los dueños de las licencias se forrarán con el resultado. Los antiguos VTC parece que tampoco están muy contentos. En el fondo a quién le parezca qué es irrelevante, y estar de acuerdo con el taxi o no tampoco, lo unico relevante para saber a quién apoyar es el modelo que consideres más deseable, si un transporte licenciado de precios regulados o esa competición en la que al final todos vemos rebajados nuestros salarios. Y cuanto más bajos, más pedimos competición: tiene que abaratarse todo para que podamos pagarlo.

¿Que los taxistas son de derechas y apestan y me ponen la radio y no sé qué? ¿Que los otros me tratan como un semidios y me dan agua? No puede ser ese el rasero.

Es una pelea en el barro de muertos de hambre por migajas.

Venezuela es un poco más de lo mismo. ¿Te gusta Maduro o no, lo que hace, lo que representa? Pues no importa demasiado, en el fondo, mientras sea democrático. Si pudiéramos iniciar acciones individualmente cada vez que gobierna un partido corrupto que, además, no comparte nuestra ideología, no pararíamos. Lo que importa es decidir si alguien puede autoproclamarse presidente de un gobierno y recibir apoyo internacional. No sé si realmente alguien se da cuenta de lo peligroso que es eso para la democracia. Si hay algún fraude que se aplique la legislación hasta donde se deba, pero si no… no legitimemos cosas de las que nos podamos arrepentir. Sobre las decisiones de cualquier gobierno electo hay un montón de opiniones a favor y en contra, pero son polvo, emociones sobre los argumentos —por ejemplo, en mi opinión que un partido sea capaz de vender viviendas sociales a fondos buitre le descalifica de la lona política, pero no me da derecho a proclamarme nada; que entren los tribunales—. Vientos que se aprovechan de que somos seres clánicos y estamos de algún modo configurados para apoyar a alguien de nuestro grupo antes que a alguien de otro, sean cuales sean las razones a favor o en contra —y es algo que le exigimos al grupo cuando solicitamos apoyo y, si no lo recibimos, lo consideramos deslealtad y debilitamos vínculos—.

La urgencia es una forma eficaz de manipulación cuando se combina con la polarización, pero nuestra obligación es darle una segunda vuelta y aclarar qué es lo que se nos está pidiendo apoyar en cada caso: ser, al menos, conscientes de hacia dónde nos dirigen con tanta prisa y emoción.