Al final lo importante eran los juicios a priori sobre todas las cosas, pero es una herramienta peligrosa. Lo importante, y lo desconcertante, es que la situación se impone pero el que la deglute eres tú. Así que si algo es bueno y si te dejas disfrutarlo todo ok. Si algo es malo pues lo es, si algo es bueno y no te dejas disfrutarlo pues es tan malo como lo malo. ¿Y si lo malo es bueno y lo que sucede es que no te estás dejando disfrutarlo?
Bueno, esa es otra historia más complicada de contar. Distinguirlo dejándose llevar no parece una buena cosa si tu cabeza gira sin control sobre un eje podrido.
El caso es que si algo te hace sentir bien pero tu cabezón te pone pegas (estás gordo, ese pelo, santo bob, ese pelo, la barba no te cierra, esa camiseta tiene el cuello demasiado dado de sí, tocas fatal, cantas mal (ahí no se mete, la verdad)) creo que se puede terminar infiriendo que deberías pensar un poco menos. La cosa es el contexto. La cosa es estar lejos del agujero negro en el que hasta el contexto es siempre barro. Eso no se consigue así como así. Se está ahí o no se está.
El contexto es tramposo, ya lo sé, ya, pero hay que despejar un punto sobre el que construir los cimientos de la cosa vida, ¿no? Si algo está bien y lo sientes bien, ¿por qué no mandar a paseo el cabezón? Ese es el tema, el temazo. El punto ese que despejar. Ese es el lugar desde el que levantar un imperio. Sobre lo demás siempre puedes hacer un montón de cosas que funcionarán o no para cambiar lo que no te gusta, pero lo principal es que estás tocando tierra. En ese punto. En ese en concreto.
Amos, que me he pasado la tarde tocando y ha sido de puta madre. Las fotos no me gustan, ¿pero quién está a gusto con eso a estas alturas?