Activé un mes de Netflix para ver Bright, que fue un cagarro (con matices, pero qué no los tiene) y aproveché para ver la cuarta temporada de Black Mirror, de la cual disfruté Metalhead y el argumento de Crocodile y no conseguí interesarme por nada de lo demás. Me topé con The End Of The F***ing World y empecé a verla sin muchas ganas, pensándola como un relleno de un sábado, algo aburridete y agotado.
Pero sin embargo me gustó. Me gustó cómo van desenrollando el tablero, con James y su matraca y Alyssa y su empanada. La historia no tiene mucho recorrido, la madre de James se suicidó delante de él, lo que hizo que se blindara y fuera incapaz de sentir nada. Terminó metiendo la mano en una freidora para saber si podía sentir (la sola idea de meter una mano en una freidora me da escalofríos, para saber si uno siente o no a ese nivel con picharse con una chincheta ya vale, creo yo) y asesinando animales, y se pregunta si podrá asesinar a un ser humano. El padre de James sufre el suicidio como puede y no para de hablar ni de bromear constantemente. La madre de Alyssa se ha vuelto a casar con un tipo bastante tontorrón y creído de sí mismo, han tenido gemelos y hacen sentir a Alyssa fuera. Ni siquiera tienen fotos suyas en el salón, con el resto de la familia. Habla de sexo en una de cada dos palabras, pero en realidad es virgen y se angustia cada vez que una oportunidad de sexo se presenta. Sigo rallado pensando en ese toque que Tony le da en la cadera, ¿abusó de ella?. Tony quiere que se largue. La madre está absolutamente anulada (futuro económico haciendo tragar y tragar ruedas de molino). Ahí han pasado cosas, no sé cuáles.
Y a partir de ahí comienza un viaje de construcción personal, buscando al padre de Alyssa, en el que ambos escapan de un asesinato que le ha venido al pelo a todos. Por un lado para calmar la matraca de James, por el otro para justificar la persecución, y por el otro para rallarme más con la idea de que abusaron de Alyssa al ver su reacción cuando el tipo le habla en la cama (demasiado rápido demasiado consciente de lo que iba a pasar). Hace que te preguntes cosas sobre cómo estamos construyendo la sociedad en la que vivimos, qué es lo que nos hace el modo de vida que hemos construido (que han, otro día). ¿Es la sociedad responsable de facilitarnos la vida? Quizá no, pero tampoco de ofrecer este cepo con el chantaje del miedo: entra o acabaremos contigo. Los personajes crecen, tienen sus dudas, las resuelven como pueden y encaran lo que les viene.
El camino del bloqueo emocional de James al lado de una persona con ciclotimia sentimental, el camino de Alyssa de confrontar la representación de sus sueños contra el muro de hormigón de la realidad mientras intenta comprender la corriente incontrolable de lo que siente, el suceso que ambos tienen que asumir, cada uno a su modo (Alyssa huyendo, él comprendiendo que no es lo que creía ser). Lo que es cada uno se va enredando y retroalimentando el significado de lo que ambos creen, piensan y sienten.
Guión de Charlie Covell, me gusta cómo está contado todo. La trama de las policías meh, pero para normalizar tampoco tienen que ser grandes historias épicas: las cosas pasan y suceden con total normalidad. Para normalizar lo que inexplicablemente se sigue viendo como excepcional sólo hay que evitar darle mucha importancia. Sucede como todo lo demás porque es como todo lo demás. Simplemente llueve. Las situaciones en las que ella dice no y se respeta en función del calibre del tipo: el asesino no, Topher aceptándolo con insultos y James aceptándolo sin más. No sé qué es lo que quiere decir la guionista. Sé lo que yo interpreto, no lo que ella me quiere decir, y es un terreno hoy por hoy bastante cenagoso.
Como único pero el serial killer caído del cielo, con las fotos y los videos en un armarito del salón, a primera vista, casí me saca de la serie. Por el hecho de que se topen con su casa a la primera de cambio y por lo poco creíble que resulta que un tipo así tenga tan poco cuidado en una casa de la que su madre, además, tiene llaves y entra. No sé por qué me da que el comic debe ser excepcional (pues no).
He leído por ahí que ambos son demasiado inocentes. Son dos críos que han crecido en un barrio residencial, qué narices quieren. No son unos tipos duros que lleven desde niños pateando las calles. Son lo que son, y para la historia es mucho, pero mucho, más que bastante. Porque de hecho es parte del juego: lo que la vida te da, lo que tú quieres y lo que tú tienes.