Yo te amaba, y aún te amo, pero las cosas creo que han cambiado. No comprendo muy bien aún las ramificaciones, pero existen. Antes era todo más bien una cuestión de hacer cada momento único, y no costaba mucho trabajo porque realmente casi cada uno lo era sin esfuerzo. Simplemente no había sucedido antes nada parecido.
La vida pasó por medio y lo atropelló todo. Para bien a veces, para mal otras, pero lo hizo. Se encargó de quemar las posibilidades, o no sé qué.
La gente, curiosamente, dejó de ser tan hermosa como regla general. Quiero decir que algunos se volvieron tremendamente feos, y otros espeluznantemente bellos, y lo hicieron de tal modo que el recuento general decayó pero las calidades en los guenos mejoraron. Abrieron campos que antes ni siquiera existían.
Y lo demás fue pasando y brillar siguió siendo lo más importante, pero cada vez se brillaba más pero menos a menudo. Compensaba, compensa, compensabe como dice un colega.
La cerveza decayó, por ejemplo, dejó de ser esa cosa que sólo con chascar el tapón prometía una noche perfecta. La música decayó, cada vez costaba más encontrar los tres acordes que vibraran, pero cuando lo hacían era mucho mejor. La lectura decayó, cada vez costaba más encontrar esa novela que te hacía vibrar. El sexo decayó, con las mismas salvedades. Todo se volvió menos… frecuente en cuanto al subidón, aunque cuando llegaba el subidón te llevaba más lejos.
Y si sigo hasta las duchas sufrieron el mismo proceso.
Y hubo, repitiendo, gente muy fea. Y lo peor no es que lo fueran de antemano, sino que se volvieron muy feos, minando la estructura del mundo hasta que el mundo pareció reventar. Después mejoró porque los que siguieron siendo buenos lo fueron aún más.
Más o menos todo igual, como te digo, pero todo distinto. Todo menos, todo más, todo cosas que van sucediendo.