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después de

Habíamos estado hablando y hablando sin parar, como dos viejos camaradas, aunque no nos habíamos visto nunca hasta hace dos horas standard. Es lo que tienen cierto tipo de experiencias, y la cerveza kerubiana. Ambas cosas juntas hacen amigos para toda la vida. Curiosa la genética distinta, muy curiosa. Pese a ser de todo tipo y basada en elementos diferentes, la cerveza afecta por igual a todos los seres amigables del mundo conocido, lo cual no ha dejado de ser nunca un buen lubricante intercultural, desde el principio. El tipo y yo habíamos estado a punto de morir por una tontería, y eso añade un plus de complicidad más. Así que compartir unas cervezas en Kerubian parecía lo más apropiado una vez que nos recobramos del susto que, al fin y al cabo, no es más que un susto más. Que junte los dedos y sorba del vaso quien no haya estado a punto de morir en la última semana.

Nadie.

Evidente. No es un universo para otra cosa.

En un bar inevitable nadie fía. Al fin y al cabo es inevitable. Si tienes que venir, y tienes que hacerlo, lo mejor es hacerlo con dinero en efectivo. No vengas de otro modo.

Aguantar a un Traken sobrio es complicado, pese a la complicidad, así que me puse a domesticarme a fondo. Los Traken son excesivamente crueles con culturas diferentes a la suya propia de un modo que no llegan ni siquiera a percibir, así que cuando dice «asqueroso humano, tendrías que agradecer a tus dioses el haberte hecho merecedor de vivir conmigo estas horas», yo sigo libando. Que a eso he venido y no a galanterías. Y menos a galanterías de un tipo de dos metros treinta más cresta y el sentido del humor de un pederasta en un asilo. Y el aliento de un pez podrido en el maletero del coche a 120 por hora sin zonas de descanso a la vista. Y la cerveza lo potencia.

Aunque ahora está feliz, y hace la mueca que hay que entenderle por sonrisa. Así que no puedo menos que decir que deberíamos haber muerto hoy. Que tendríamos que haberlo hecho. No hay nada peor que pueda decir, porque los Traken son la única raza guerrera que conozco que no ama la muerte, que no la busca de algún modo.

Dice «los humanos sois carnada de laser, y siempre lo habéis sido» y se va.

No puedo dejar de pensar que tiene razón. No puedo.