El «bienmesabe» es un postre, y siempre he pensado que eso está decididamente bien. Sería raro un postre que se denominara «vayasaboramierda» o «provocaarcadas». No siempre es así, pero es verdad que a veces en el mundo te topas con cosas que están muy bien hechas. Con cosas que sorprenden por su coherencia, ejemplificado en el momento en el que Randy le pregunta a Earl «¿por qué se llamarán kilómetros?» (supongo que él dijo millas, por eso de la distancia, pero no puedo asegurarlo y no viene mucho al caso) y Earl le responde clara y tajantemente «¡pues porque lo son!, ¿cómo quieres que los llamen, pollos?» Y ante eso uno no puede hacer más que quitarse el sombrero y sonreír, porque sería bastante curioso comer kilómetros y poner pollos de por medio cuando a alguien le da por jodernos en el sentido desagradable del término. Se empieza por ahí y vaya usted a saber dónde acabaría uno, volviendo a fumar o dejando la cerveza o retirándole el saludo a los vecinos.
Pero no todo está tan bien montado, lamentablemente. Cuanto más tiempo pasa más cosas leo y veo de las multinacionales o transnac (por transnacionales, supongo), y más me siento desubicado. Cosas curiosas en Un anillo alrededor del sol, anécdotas, suposiciones, nada más, pero cosas curiosas y muy bien traídas. Otras más en Super size me, el petardeo del liberalismo en los comedores escolares. Bah, y sería un no acabar. Vemos por todas partes que liberalizar el sector que sea produce desajustes tremendos, porque sobre todo cuando el criterio es el dinero pues…
Pues eso. El único criterio es el dinero.
Y parece que no hay más recetas. La solución de la tragedia griega pasa, según la UE, por liberalizar sectores públicos.
Se privatizan los beneficios, las pérdidas se constituyen en deuda pública. Me siento un poco estúpido, porque a mí todo eso me suena a «daarcadasdeinmediato», pero se llama «soluciónalacrisis». Lo que se ha construido con el dinero de todos, ahora se privatiza.
Viendo cómo funciona el hambre en el tercer mundo por divina intervención de agentes como Monsanto uno se pregunta si privatizar necesidades básicas es una buena idea. El agua, por ejemplo. Privatizarla me huele mal mal mal. No sólo por beber, que ya es, sino porque ahora el hidrógeno se postula como el sustituto a medio plazo del petroleo y… lo privatizamos.
No digo, y no lo diría jamás, que las grandes empresas sean como un Doctor Maligno y que su objetivo sea terminar con el mundo. No. No es cierto. Lo que si digo es que la monetización de todas las empresas en una pugna por tener cada vez más beneficios es un cuello de botella que termina con el ser humano medio comiendo mierda cara, bebiendo mierda cara, pagando una hipoteca crónica, pastillas crónicas, un siervo de la gleba de sus propias necesidades. Y eso es así porque, sencillamente, es lo más rentable. Y lo rentable es lo único que se está poniendo en la balanza.
Y eso sin necesidad de que nadie trace un plan maligno, por la simple y propia inercia del sistema que hemos escogido para organizar nuestras acciones. Un sistema que hemos escogido nosotros, por acción o por inacción, pero nosotros. Un sistema en el que cuatro viven como dioses, en un nivel en el que el resto de las vidas mortales parecemos hormigas diminutas mientras vivimos y morimos como hormigas diminutas.