Quizá tengo un corazón como un mundo entero, no digo que no. Casi nunca digo que no, hay cosas mucho más bonitas que decir en cualquier caso.
Siempre hay cosas más bonitas que decir, incluso cuando callas, o cuando hablas en silencio.
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Quizá tengo un corazón como un mundo entero, no digo que no. Casi nunca digo que no, hay cosas mucho más bonitas que decir en cualquier caso.
Siempre hay cosas más bonitas que decir, incluso cuando callas, o cuando hablas en silencio.
«Miedo al infierno, miedo a que mi ordenador estalle, miedo a la prisión, miedo a las empresas que me sensibilizan con la cultura del miedo. La clase media, que es esa a la que un golpe en su coche que su seguro no quiera pagar le puede significar estar al borde de la bancarrota, tiene continuamente la sensación de estar caminando en la cuerda floja. Mientras tanto, los empresarios muchimillonarios te soplan para que pierdas el equilibrio y cuando estás a punto de caer te ofrecen la mano si les das la camisa, los calzoncillos y el reloj. Sin embargo, esto no está considerado robo ni por las leyes divinas ni por las humanas. »
David Bravo. Copia este libro.
Vías, caminos que transcurren paralelos en la linealidad del tiempo. Un cigarrito, un café, y me pongo a leer el correo. En tanto tiempo hay cosas que quiero ver y cosas que están aunque no quiero. La vida es una caja de sorpresas, en eso estoy de acuerdo, pero no todas son buenas. Tampoco todas son malas. Son lo que son, supongo.
El caso es que el pasado es un bicho que anda de lado, jodido y molesto porque no le hacemos caso, jodido y molesto porque ya no llega, nervioso y preocupado porque no es ya el gallo del corral y le jode, le está jodiendo dejar de serlo. Le preocupa perder protagonismo, supongo.
Pero yo estoy aprendiendo que las cosas muertas, adosadas a los costados como cartucheras de un revolver oxidado que ya no dispara, es mejor tirarlas, deshacerse de ellas, es necesario dejar de portar pesos muertos.
Como las hojas de la Costilla de Adán del salón. Las hojas muertas se desprenden con un ligero tirón, pero si no le das el tirón pueden quedarse allí, colgando, toda la vida. Siempre debimos llamar ayer al ayer, y no recuerdo. Qué frase más sensata, dios mío.