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no comprendo nada

¿Dónde coño se meten 120 litros de agua?

Llego a casa del curro, como todos los días, y enciendo la luz del salón. Pongo la maqueta de over, para liarme con las letras. Abro la nevera y saco una cervecita. Chasco la lata. Miro al plecostomus y está en medio del acuario, en el fondo, y tiene un brillo raro en la frente… una burbuja.

Eso no debería estar ahí.

El cristal se ve traslúcido, no transparente como siempre.

Eso no debería ser así.

Me acerco más y veo que hay dos dedos escasos de agua. Joder.

Corro al baño, cagando leches y epítetos desagradables, lleno el barreño con agua templada, tirando a fría (28 grados de buen cubero), echo en ella un poco de anti-cloro (la dosis exacta, más o menos) y la vierto a toda prisa en el acuario. El agua cubre al plecostomus. Veo al pez gato, detrás de una piedra. La botia ha empezado a remolonear por todas partes. Pienso rápido: una fisura en uno de los tubos, el agua siguió durante toda la tarde entrando en el motor, pero cuando salía… ¡coño!, ¿cuando salía dónde se iba?

Miro al suelo, no veo agua por ninguna parte. Cuando llegué había luz, en el acuario y en toda la casa, no ha habido un corto, no se ha mojado ningún enchufe. Imposible. Absoluta e irremisiblemente imposible. Pienso: una regleta dentro del mueble del acuario, donde se enchufan el filtro, la bomba de aire y los dos flexos del acuario. Cincuenta centímetros más allá está todo: el televisor, el video, el dvd, los altavoces, la luz de la lámpara de lectura, el ventilador… imposible. Es imposible. Ciento veinte litros de agua. Tendría que haber estado la casa llena de agua por todas partes. Tendría que haber salido por la puerta, incluso. Ciento veinte litros de agua no pueden haberse evaporado, sin más, en una tarde. Es imposible.

Empiezo a creer en los duendes.

Le doy un sorbo a la cerveza y corro al baño a por más agua, más anti-cloro. Encuentro el puff (relleno de ropa vieja), justo debajo del mueble del acuario, empapado. Pero cuando lo levanto para meterlo en una bolsa y tirarlo no chorrea. ¿Qué coño ha pasado aquí? No tengo ni idea. Busco, meto la mano debajo de la estantería (en esos cincuenta centímetros del acuario a las regletas principales de enchufes), está seco. Seco. Muy seco. Lleno de polvo. Polvo seco. Ni siquiera el polvo está mojado. ¿Me quieres decir que el puff ha absorbido (sin llegar a chorrear) ciento veinte litros de agua? No me lo creo. Entiéndeme, es imposible, no me lo creo.

Joder, ¿dónde está toda el agua?

Por más que miro, no tengo ni puta idea.

(Los peces parecen estar bien, aunque ya veremos…)

Pruebas para Gil Grissom:
La luz no se cortó.
Sólo estaba mojado el puff.
Al fregar el suelo debajo del puff, ni siquiera tuve que estrujar la fregona para dejar el suelo seco.
El parquet no estaba levantado.
Hay agua alrededor del acuario, pero una leve pátina, el armario sobre el que está (de metal) no está mojado más alla de uno o dos milímetros al final del acuario.
Tengo un mueble de madera a la derecha del acuario (la estantería) y otro a la derecha (un soporte para una maceta) y las patas de ambos no estaban mojadas.

No entiendo absolutamente nada. Estoy perplejo.

Pedro Salinas. 18.

Cuando yo alcé los ojos a mirarte
(por tu bien o tu mal)
para mirarme alzabas tú los ojos
(por mi bien o mi mal).
Esa palabra que iba yo a decir
(¿de bendición o maldición sería?)
se te asomó a los labios, sin decirla.
(De bendeción o maldición sería.)
Nunca fuiste primera ni yo último.
(¿En qué final o para qué comienzo?)
Los dos exactamente a un tiempo mismo.
Y así todos los actos se abolieron
(ir yo hacia ti, venir tú a mí)
en la inutilidad de todo acto
(ir yo hacía ti, venir tú a mí)
previsto ya al nacer por otro idéntico.
Y así la identidad que nos unía
(tú y yo perdidos o tú y yo salvados)
separó nuestras vidas para siempre.
(Tú y yo salvados o tú y yo perdidos.)

Pedro Salinas. 18.
Presagios (1924).

John le Carré. La chica del tambor.

John le Carré.
La chica del tambor.

DE BOLS!LLO
© 1983 David Cornwell.
© de la traducción: Luis Murillo Fort.
© Random House Mondadori, S.A.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona.
Diseño de la portada: Alicia Sánchez.
Fotografía de la portada: © Stephen Simpson/Taxi.
The little drummer girl.

Es divertido comprobar como estos profesionales de la escritura manejan las técnicas adecuadas para insertarte en la piel del personaje. La historia es lo de menos, con tal de que cuente con alicientes emocionantes: persecuciones, dudas, peligro, organizaciones que se nos escapan y, sobre todo, viajes. Todo ello viene aderezado con unas reflexiones de patio de colegio acerca de la guerra de palestina y la ocupación israelí. Petardos que dislocan vidas, injusticias por ambas partes, y un protagonista femenino que se ve involucrado por los motivos más pueriles imaginables. La trama se sostiene únicamente mediante el dogma de fé de creerle al autor todo lo que diga (y son casi setecientas páginas de cosas dichas) y de jurar y perjurar que todo lo que está sucediendo no es sólo posible, sino que encaja a la perfección Si consigues hacer el juego y abovinarte lo necesario la experiencia consecuente es intensa. Muy intensa.

Yo lo conseguí y me lo pasé estupendamente. Pero hoy por hoy el libro ya se me ha olvidado. Material fungible.