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pasan

Me pregunto qué o qué cosa es esto de estar vivo y en sociedad. Me rumio que la respuesta no me va a gustar en absoluto. No es fácil estar aquí cada día y ver cada día cómo hay muchas formas de no entenderse, y sobre todo de no entender nada.

No hemos dejado jamás la edad media, con sus piedras y sus palos, sus antorchas y sus tridentes para aventar el grano.

Amigo, no te fuerces. No merece la pena. Todo da vueltas comprendas o no comprendas, y lo hace de igual modo. No te gusta estar aquí, o no demasiado, pero eres demasiado poco inocente como para creer a estas alturas en ungüentos maravillosos, en panaceas.

Sobre la tabla de juego se mueven las consciencias, tiran los dados y ven lo que quieren ver. Luego se lían a ostias, pero no es asunto tuyo. No sé cuánto tiempo podrás mantenerte al margen, pero para qué más, sin contar con que el tiempo no existe, es una entelequia, ni ellos, ni la sociedad. Benditos absolutos, qué forma tienen de designificar.

Menuda basura, de algún modo, menuda simplicidad. Seguimos hablando de lo mismo porque no sabemos ver otra cosa. Es fácil dibujar la imagen que se busca en tres o cuatro pinceladas y ponerla a modo de careta sobre las caras. Qué buen rollo. Atrasados, absolutamente atrasados emocional y éticamente. Animales. Joder, qué burros. Joder, qué chasco. Que empecinados, que crédulos, que inútil es decir nada, que tan inutil es decir nada, que tan insignificante, tan superfluo, tan gilipollas. Tan gilipollas. No importa, mejor no decir, no parar, no estorbar y que todo siga en los raíles. Que nada en el abierto. Que todo en su línea de dimes y diretes que nadie dice pero permean por todas partes, porque nadie tiene ni puta idea nadie sabe lo que hace todos tienen un agujero de vacío y nadie sabe por dónde tirar y se aferran a cualquier cosa con tanta desesperación que olvidan que no saben dónde van, llega un punto en el que olvidan que no saben dónde van y empiezan los palos, y empiezan las guerras y cuanto más se agrieta la certeza más las ostias porque tienen miedo no olvides que tienen miedo no olvides que tienen miedo no olvides que en el fondo sólo tienen miedo sólo están asustados sólo son niños pequeños en un rincón con ganas de que venga papa y les abrace y les diga que todo está bien y someterse a él a la verdad que siempre representa a la única verdad y no tener que pensar no tener que decidir no tener que ser porque joder cómo jode cómo duele cómo jode no saber qué difícil es ser cuando ser es pura elección sin certeza, elección constante, contrastando constantemente contra sí mismo su propia verdad (frágil) que no aguanta los embates y se hunde. Unos corren constantemente para dejar atrás algo que no saben definir nunca y otros se paran para no llegar a algo que no saben definir nunca y todos todos ellos son capaces de las más absolutas barbaridades gnoseológicas, emocionales, zumboheladas para no ver cómo todo se agrieta aunque no hay grietas porque en el fondo no hay nada.

parámetros del absurdo

«Por otro lado, sin embargo, el Ser es en esta filosofía absolutamente necesario e infinito. ¿Cómo puede tener tales determinaciones a la vez que su propia realidad entraña la de lo finito y lo (relativamente) contingente? Es ello posible por la transcendencia lógica de lo Infinito: un ser infinito es tal que posee propiedades mutuamente opuestas en grados que normalmente serían incompatibles, e.d. en grados tales que sería incompatible la posesión simultánea de esas propiedades en esos grados por un ente finito.»

Lorenzo Peña. Dialéctica, lógica y formalización: de Hegel a la filosofía analítica. Cuadernos Salmantinos de Filosofía vol. XIV, pp.149-171, 1987. ISSN 0210-4857

Casi siempre recuerdo la frase de Sartre que decía, más o menos: la vida consiste en la elección del propio ser, y esta elección es absurda. ¿Absurda por qué? Pues claro, absurda considerada en términos absolutos. Cualquier objeto o sujeto susceptible de elección pierde toda dimensión absoluta, o el en sí mismo que siempre intenta buscar todo el mundo de sí mismo y de lo otro. Lo que parece un poco extraño es que Sartre ande todavía pegándole patadas al tema de los universales, pensé que la victoria de los nominalistas (no hay realidad que corresponda a conceptos abstractos) era larga y fecunda. Si los universales son meros nombres, siempre están sujetos a convención: por lo que lo absoluto o ha muerto o existe de tal modo como si no existiera de ningún modo para nosotros. Lo cual, en términos fácticos, es lo mismo.

Lo realmente cachondo de la dialéctica es que, en teoría, la contradicción en el proceso dialéctico se resuelve en un nuevo ámbito que vuelve a entrar en conflicto en un nuevo e inagotable proceso dialéctico.

Aunque quizá no sea así, quizá abandonemos la discusión, pero no sus parámetros. Quizá pese a haber abandonado los universales seguimos respetando los márgenes del juego. Y eso es tanto como no haber comprendido nada.

Nos cuesta aceptar que no hay referentes. Los buscamos en la teoría de la evolución, en la biología, en la química, en los dogmas religiosos. Cuando miro a mi alrededor empiezo a ver puro software por todas partes.

Qué frío. O qué calor, si me lo digo. En la trasera de la caja del juego de la verdad se definen circunstancialmente los parámetros del absurdo.

nombres

«Se quedaron satisfechísimos después de este diálogo, como comprenderá cualquiera, sin contar que después el que te dije se pasó una noche poniendo algunos nombres donde antes había algunos huecos, y descubrió que le costaba más bien poco.»

Julio Cortázar. Libro de Manuel.