Me siento bien, bien jodido. Hoy es el primer post de la bitácora. He cambiado el turno del curro, Esther me trajo a casa en coche. Hoy debe hacer casi siete semanas del momento de crack que inició mi singladura hacia abajo. No espero mucho de este diario, como no esperé mucho del diario de un tarado.
Las cosas van sucediendo así. No nos vemos, vale, porque no quiero, pero no nos vemos en absoluto y siento como todo se diluye poco a poco, como todo desaparece.
Año: 2003
los casados y los bares
Llegar al curro, encender el ordenador, logarte, cerrarte, irte a tomar un
café. Esto es como Vietnam y ha habido bajas, uno de su propia incompetencia
(lo que no está nada mal, es bueno saber que aún hoy la incompetencia genera
despidos por sí misma, sin mediaciones) y otra por su propio cerebro, que le
ha tendido una trampa. Depresión, últimamente la depresión está por todas
partes, como incentivándome para escaparme de ella. Algunos la conocéis,
Bea, la novia de Canta.
Una semana de vacaciones, y cuando acaba empieza la depresión (pero esta es
muy distinta a la de goyo o la de bea) de volver al curro. El cerebro es
siempre un taimado y le gusta recordar según el estado de ánimo, así que
como estaba de bajón por el curro… estar de bajón por lore ha sido sólo un
pasito pequeño. Un camino largo hasta el trabajo. Media hora andando,
pensando, sabiendo que, pese a no tener más remedio que olvidar, tengo
perfectamente claro qué es lo que quiero en esta vida. Yo hablaba del
suplicio de Tántalo con respecto al sexo, pero este es mejor. Como la quiero
demasiado no voy a poder estar mucho tiempo sin verla. Verla sin más es un
suplicio atroz. Bueno, a cada cual lo suyo. En Trópico de Cáncer leí una
cita de no sé quién que no recuerdo bien, no sé si de Baudelaire, pero que
venía a decir que somos los únicos responsables de lo que nos sucede, que no
podemos responsabilizar a nadie de nada, sólo a nosotros mismos.
Bien, reconfortante, no puedo apoyarme en ningún sitio. Ni bucaneros ni
pérdidas mentales. No creo ni de coña en esa frase, pero supongo que para
cierto tipo de gente, entre la que me incluyo, así duele menos. Si todo es
culpa mía, si todo está en el aire por mi antena, está todo controlado,
aunque sea una mierda.
Mañana empiezo la facultad, voy a hacer una substitución de tres semanas
mínimo de alguien del turno de tarde. Por supuesto, de Bea. Su depresión
minimiza la mía.
No os podéis hacer una idea de lo tristes que me están resultando las
salidas de los fines de semana, con las ganas que yo tenía cuando estaba con
Lore. Todo está lleno de un montón de tíos detrás de tías, que suelen estar
ya cubiertas, este fin de semana alguien o algo me mandó a la mierda y me
llamó imbécil y sin embargo otra algo no. No pienso entrar en detalles, ni
aquí ni en la novela ni en los poemas. Antes era mucho más bonito perrear la
noche, ahora se ha convertido simplemente en un asunto de jara y sedal.
Claro, que yo qué coño sé, si a los 19 dejé de salir pensando en las tías, y
así ha sido hasta hoy. Lo más curioso es que no tengo ninguna gana de nada,
pero parece menos triste la noche si cobras una pieza. Si no consigues nada
todo se desvirtúa, aunque eso me pasa por no poder seleccionar, al menos
ahora mismo, la compañía del anillo del fin de semana.
Viendo esto así no me extraña que la gente se case y no vuelva a pisar un
bar en su vida.
La facultad me pondrá en contacto con otras cosas. Se acabaron las cervezas
por la tarde, las horas muertas, cosa bien de agradecer. En la facultad hay
gente que ver, hay carteles que anuncian conciertos, obras de teatro, hay un
par de colgados, que son la versión freak-filosófico de Koldo y Ortondo, me
buscan para hablar de este o de otro autor. No veo en mí nada de admirable,
pero otros sí. Y yo soy sólo uno, así que tendré que creerles a ellos.
Ahora, y mientras dure el turno (que durará, una cosa seguirá a la otra
y…)
Y aunque salir los fines de semana sea un espectáculo deprimente en extremo,
el domingo vino Vic con Mateo, fuimos a comprar, estuvimos comiendo, fuimos
a ver a mi hermana, vi a todo el mundo y el fin de semana mejoró mucho.
Koldo nos bajó a Carol y a mí y me puso, en casa, una peli española, medio
basada en la vida de Lucía Etxebarría (o como sea) que era una mierda. Tuve
que echarle a las doce y media. Quería ponerse a ver Minority Report, justo
después de decirle que yo madrugaba hoy. Luego no me dormí hasta las cuatro
de la mañana, el sábado dormi tres horas y, sin embargo, anoche estaba como
un búho. Por eso me estoy consumiendo, porque no descanso nada bien. No digo
que piense en Lele, por que me lo prohíbo como puedo, aunque esta mañana fue
diferente, por lo de los estados anímicos y los recuerdos. La semana pasada
fue muy buena en ese sentido, la tenía casi olvidada. Esta ha empezado mal,
pero eso es un reto más que una desgracia. Sólo tengo que mantener las ideas
claras, sin prestar atención a por qué o para qué o a sueños o ilusiones.
Bueno, o a mi corazón, a ese hay que arrinconarle, no me sirve para nada
ahora.
cosas que nos unen aunque ya no tengan realidad
Ayer fui a tomar unas cervezas después del trabajo, supongo que no podía aguantar la soledad de la casa tras la noche anterior. Llevo todo el día de ayer pensando cómo meter esa noche en esta bitácora. Me sucede algo sorprendente, y supongo que estupendo para algo. De repente siento que no puedo meter aquí cosas de Lore, o que haya vivido con Lore, porque ya no me pertenecen del todo. Antes existía una asimilación total entre ambos, una especie de relación simbiótica extrema que nos confundía en un solo cuerpo. Podía contarlo todo sin ningún problema, de ahí, por ejemplo, la bitácora hasta septiembre, todas las barbaridades que fui capaz de poner aquí. También sucedía que yo estaba viviendo una realidad paralela a la propia realidad, un ideal estético (eso no quiere decir que fuera bonito, o que me hiciera feliz, los ideales estéticos no son sólo para eso, sino también para rellenar huecos que necesitas vivir, independientemente de que te hagan bien o no), que me recorría por dentro y transformaba la percepción y la mirada. Yo era el artista medio muerto y vencido por las cosas que se enfada, patalea, se quema, grita y está siempre perjudicado mentalmente. Por eso digo que entiendo que lo que fue fue lo que fue. Quiero decir exactamente lo mismo que si digo «ayer llovió», el mismo grado de absurdo y de necesidad al mismo tiempo.
Estoy destrozado como sólo un tipo que no estaba allí puede estarlo. No pude hacer nada, estaba atado de pies y manos.
Salgo cada día, buscando una luna que ande sola. Me gusta estar fuera. De lo que pasó, diré que nos mensajeamos, después me llamó y la llamé yo, y quedamos. Vino a buscarme al trabajo y nos fuimos a Madrid. Media hora aparcando. Nos tomamos dos cervezas en el triskel, seis euros. Después, como me avergonzaba no tener pasta a medias y a medias estaba buscando la fiesta le dije que podíamos comprar una botella. Ella conocía a la china del establecimiento, así que no hubo problemas. Subimos a su casa y nos tomamos media hablando mientras escuchábamos música.
Eso son algunos hechos de los que acontecieron, sin significado de por sí.
El problema sucede si tengo que hablar de significados. De aquellos abrazos, por ejemplo, desesperados. Aferrándonos ambos como si volviéramos a ser dos amantes que no se han visto en largo tiempo. Me pregunto si esos abrazos no significan que hemos vuelto a vernos, como somos ahora mismo, en este punto efímero. Me digo que no. Puedo hablar de una frase suya, que recuerdo más o menos literalmente: «para que yo pueda reconstruirme necesito pensar que no vamos a volver nunca, porque si no me quedo parada». Frase fuerte, y no por el no volver nunca, sino por el quedarse parada. Parada… ¿por qué? Eso es una tontería, si el espejo no devuelve imagen no hay nada en lo que deternerse, si sólo puedes construirte a lo bestia es que no puedes construirte. Los abrazos nos unían en una realidad que no gusta. Nos estaban metiendo prisa y emoción en el cuerpo. Me pregunto qué podría decir de dormir juntos, abrazados, masajeándonos mutuamente los pies. Nada, absolutamente nada. De todo ello, en conjunto, podría decir dos cosas, que no son sino dos mundos diferentes.
En uno las cosas que nos unen siguen existiendo aunque en una realidad en la que ya no tienen sitio. Desde este punto de vista, son absurdos.
En otro las cosas existen en la realidad, y somos Lorelay y yo los que vivimos fuera. Empeñados en no reconocer lo que sucede, en apartarlo de nosotros.
En el primero oímos ecos del pasado, en el segundo somos ecos de un mundo raro.
Estuvimos soltando muchas cosas aquella noche, no todas, pero si algunas. De vez en cuando venía el bajón. Remontábamos. También nos reímos mucho, fue, en parte, una fiesta. Una fiesta tímida, pero no un quirófano.
Por otra parte, ¿qué sentía yo? Un millón de emociones al mismo tiempo, contradictorias, desenfocadas, globales. Un millón de acontecimientos. Soy muy cambiante sobre un núcleo duro, debo decir. Sabéis cual es el núcleo duro en esta historia, ¿verdad? Así que haga lo que haga, lo lleve bien o esté llorando en la almohada, sabéis qué es lo que hay debajo, lo que lo está configurando todo. Hay que tener mucho cuidado con el amor, establece vínculos que son muy dolorosos cuando se rompen. Pero esa noche estaba razonablemente bien, porque estaba viviendo la noche, sin implicar ningún pasado, ningún futuro. Y yo estoy muy a gusto con Lorelay, es innegable. Ya, claro, diréis, ¿pero qué paso al día siguiente? Aún no lo sé. Cuando Lorelay me dejó sobre las doce en Plaza Castilla me fui a comer con mis padres. Después al curro. Después unas cervezas y dormir. Después a la facultad, y ahora estoy aquí. Luego al curro. Luego unas cervezas con Abel y dormir. Luego la facultad y el curro y a ver a Fabián (hace años que no lo veo) en su casa con Jara. Si tengo que romper, romperé el sábado por la mañana.
No puedo contar lo que siento, porque es evidente. Sentí pena, por la relación, por Lorelay y por mí. La relación está acabada, o no, o yo qué sé, Lorelay lo pasó jodidamente antes de tomar la decisión (y después), y yo no supe vivir lo que sucedía en aquellos momentos. Ahora sí vivo, por eso no pudo ser una noche triste completamente. Tampoco alegre del todo. Sentí mucho amor y mucho respeto por Lorelay. Me impresionó. También me desencantó, por otra parte.
No tengo más tiempo, debo irme. Seguiré con esto.