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matrícula

He dormido a saltos, a trompicones, pero ocho horas. Una vez me levanté
tosiendo, anoche cerré la ventana para dormir y el aire se fue
convirtiendo en espeso, caliente, pesado, agobiante, supongo que mi
cuerpo no quería permitir que se me metiera dentro, así que tosía. Abrí
la ventana y me volví a dormir, exhalando vaho por la boca. Otra vez me
desperté por una pesadilla extraña y gótica, una tontería grosera tras
la que no tardé nada en dormirme de nuevo. Y así otro par de veces, por
otros motivos. Me he levantado a las siete y media, me he pegado una
ducha de agua hirviendo hasta hacerme daño, hasta enrojecerme todo el
cuerpo. Me he puesto algo de ropa, he tomado un café y he ido hacia el
bus, un euro con cinco céntimos por no llega a diez minutos de trayecto.
La báscula dijo 93, ya van siete kilos menos, y eso que anoche conseguí
meterme una lata de alubias con chorizo en el estómago, junto con un
litro de buena mahou. Un suculento placer, lo juro. El cigarro de
después fue apoteósico, tumbado en el sofá, con el edredón por encima,
mirando a un punto de la pared y oyendo la mierda de la tele. Momo es
justo, no se ve antena 3, ahora sólo falta que se lleven la 1 y tele5 y
ya sólo me quedarán medias mierdas que, de todos modos, tampoco veo.

Quería dar un paso hacia atrás, volver a las raices, Bukowski esta
completamente releído y necesitaba más, así que he cogido a Henry
Miller, Trópico de Cáncer. Lo leí en la biblioteca, después lo compré,
pero no lo volví a leer nunca. No creo en las señales, pero ha sido
interesante. Yo siempre anoto en los libros, cuando los compro, el lugar
y el día, incluso a veces algo de las circunstancias. En este pone: «El
puto inglés. 7 de octubre de 2002. Casa de Leti en Lavapies. Café y
Mateo enorme». Hoy es 7 de octubre también. Debe significar algo que hoy
precisamente cogiera ese libro. O no, claro.

He llegado pronto a la Facultad, eran las ocho y media pasadas, no había
nadie. Pero en seguida ha empezado a llegar todo el mundo, la
automatrícula empezaba a las nueve. He mirado mi hojita, pensé que tenía
el número siete, pero el siete era el día, tenía el 59. No podía
soportar tanta estupidez a mi alrededor, tanta conversación bastarda de
la vida, así que me he acercado al tío de la puerta del aula de
informática y le he dicho que habían ingresado a mi hermana, que tenía
que hacer esto a toda prisa para poder ir al hospital. Sé de sobra que
con la cara que se me ha quedado desde lo de Lore no iba a tener ningún
problema en convencerle. Me ha dejado pasar, y me ha dicho algo así como
«espero que no sea nada», no le he entendido muy bien, pero le he dicho
gracias. Rellenar la automatrícula en el ordenador es fácil cuando
tienes un poco de idea, pero a mi alrededor había un montón de
estudiantes farfullando, no se enteraban de nada, en sus ordenadores
mirando la pantalla. La mitad de ellos ni siquiera sabían su propia clave.

Los representantes de secretaría estaban confusos, porque a la hora de
imprimir las matrículas todas salían en apaisado. Han empezado a llamar
con el móvil a los informáticos, como locos. Pero los informáticos no
saben nada, sólo dónde tienen que probar, y eso es muy lento por
teléfono. Yo terminé con la mía, hice archivo/configurar página y vi que
la alineación era horizontal. No he perdido la calma. He impreso mi
matrícula un par de veces y, claro, ha salido en apaisado. He hablado al
lado de la impresora con uno de los becarios de secretaría, que me han
dicho que no tenían ni idea y que en la otra sala todo estaba saliendo
perfectamente. Le he dicho que iba a probar otra vez, por si acaso. He
vuelto a hacer archivo/configurar página y cambié la alineación a
vertical. Imprimí y otra vez cambié a horizontal la configuración. He
ido a la impresora y mi matrícula había salido bien. Le dije al becario
«joder, cuestión de suerte» o algo parecido, le dejé el sobre de la
matrícula, cogí mis cosas y me fui. No estoy para salvar a nadie. En la
puerta el tipo que me dejó pasar me dijo hasta luego, respondí y me
alejé lentamente. Se preguntaría por qué había perdido la prisa.

He ido a tomar un café con Dany, el camarero de mi cafetería, pero no
estaba. Estaba el otro, que no sé cómo se llama, de Kolmenar, con el que
hice buenas migas en los desbarres por allí de los tiempos de Kike.
Sienta bien que entres a una cafetería a la que vas dos o tres veces al
año y te griten: «¡hombre, Miguel!». Me ha invitado a un café, hemos
charlado un rato de la vida. No le he contado nada, porque no tenía
ganas de volver a empezar el rollo otra vez y por qué ya no me hace
falta. Incluso le he dicho, respondiendo a sus preguntas, que con mi
chica bien, que estaba currando. Que seguíamos viviendo en Sanse, y que
a ver cuándo se pasaba por allí. Al rato me he despedido, diciéndole que
me tenía que ir a trabajar. No es del todo falso, ahora llamaré al
curro, para ver si puedo ir y salir a las siete en vez de entrar a las
dos y salir a las diez.

He esperado el bus leyendo a Miller, en el trayecto me he ido llenando
de rabia, no sé por qué. Mi situación económica es extremadamente
difícil, pero no me jode. Voy a pagar yo la matrícula en dos plazos, yo
el alquiler, prefiero no comer a dejarme caer en el abandono y el
lloriqueo. No me importa no comer, si hace falta. Quiero saber lo que es
esto. No, eso no es cierto. Lo que es cierto es que no quiero saber lo
que es lo otro, no quiero saber lo que es que mis padres paguen la
matrícula, o que lore me ayude, como me dijo, con 30.000 pelas al mes
hasta que se meta a comprar un piso. Me parece una idea macabra. No
quiero saber lo que es dejarse caer en manos de otros. Tengo lo que
tengo y dará para lo que dé, o no dará para nada y me iré a un piso
compartido con Marcos y Koldo, o con Goyo si vuelve a perder otra
compañera de piso por boda o diarreas mentales que conducen a Nueva
Zelanda. Pero no aceptaré nada más que lo mío propio.

Y así termina esta mañana. Voy a reunirme con la taza y a llamar al curro.

dioses cabrones jugando con mis cosas

Vale, ya he comprendido, he entendido el problema y que esto es una
cuestión de respeto.

Pero… ¿queréis saber cómo me siento? ¡Me muero de dolor y de soledad
sin ella, joder! No me importa la soledad, me gusta estar solo, pero no
esto de saber que… He estado colocando unas movidas que tenía por el
suelo, y cuando no me encontraba una foto suya me encontraba una carta
de las que me escribía cuando estaba en Canarias. Hay por ahí un dios
cabrón que se lo está pasando en grande conmigo, me pincha todo el
tiempo, el muy hijoputa. ¿Qué coño hacer con mi vida, a ver? Hoy es el
primer día del resto de mi vida, dices tú, Gary. Pues vaya un día de
mierda. No recuerdo el otro, en el que salí del vientre de mi madre,
pero si hubiera sido así lo recordaría, seguro. Te juro que lo
recordaría. ¿Escribir? ¿Qué? Sólo sale lo mismo, y eso me mete más en la
misma mierda. ¿Tocar? ¿El qué, las canciones antiguas, que sólo hablan
de ella? ¿Componer? ¿Más de la misma mierda, Lore todo el tiempo?
¿Salir? ¿Para qué, para ver por todas partes parejas que se hacen
carantoñas?

Fumar, beber, leer.

Esperar mensajes suyos.

Esperar que llegue la noche, y mañana, y el curro.

Esperar que llegue el fin de semana, sigo conservando la misma ilusión
por él que cuando era un crío. Pero después nada.

Dentro de un rato me llamará Encabo, para ir a recoger mi guitarra
eléctrica, que tiene él desde hace al menos cinco años. Tengo la
española de lele, pero no me gustan las españolas, y es de lele. Cuando
le dije que se la tenía que llevar me dijo que quería que tocara. Tengo
que rellenar la matrícula de la facultad, la entrego mañana a las nueve.
Tengo y tengo y tengo y no tengo ganas de nada. meterme en la historia,
hacer algo. He colocado los rollos de papel del kk’s que he comprado. He
recogido el domitorio, joder, nuestro dormitorio. El fin de semana haré
que sea mío, supongo, si la fuerza me acompaña. Ya no me importa cómo
está ella (es decir, no me importa que esté bien), sé que ha hecho lo
necesario para ella. Pero no entiendo muy bien qué pasa ahora conmigo.
Dónde me lleva esto, esta locura, este dolor extremo (y no os dejéis
engañar por las palabras, es un dolor que jode, jode todo el tiempo,
supongo que tengo que llorar como una niña lo que no supe defender como
un puto tarado). Veo la cara de Víctor, no fui bueno. No lo fui. Esta
es la condena, supongo. Este es el premio.

Me voy a buscar la matrícula del año pasado, para ver en qué me tengo
que meter en este. Hacer algo.

cuestión de asimilar

«Yo creo que me llevo bastante bien conmigo mismo, he aprendido que el recuerdo marca el camino al que propendo, independientemente de mi situación actual, atada a la pura realidad de comer y tener un sitio donde dormir. Sigo escribiendo, y tocando, y componiendo, así que no está todo tan mal, porque sigo en el camino. Pero Lore es otra cosa muy distinta, ni caga ni sale del váter. Me gustaría ayudarla, pero todos mis intentos se estrellan contra su orgullo o su propia situación, que no le permite ver el problema como yo lo veo. Y, lo que es lo peor de todo, nada excepto mi propia convicción me resuelve el tema de que yo puedo perfectamente estar equivocado. Si no te gusta tu vida la cambias, o al menos lo intentas, y si te gusta la disfrutas. Lo que no puedes hacer es sentir irracionalmente que algo no funciona y desesperarte porque no sabes hacia dónde ir, qué cambiar. Porque eso sí que es frustrante, el hecho de que no te termine de gustar lo que tienes pero que no tengas ni puta idea de qué te gustaría. Ni siquiera un indicio. Eso es ni cagar ni salir del váter, sino quedarte mirando a la taza esperando yo qué sé. Es muy frustrante, y siento que necesito echarle una mano para, una de dos, que se reconcilie con lo que es ahora mismo o, por otro lado, que sea capaz de ver y cambie, incluso aunque ese cambio no me incluya a mí mismo.»

De «Diario de un tarado», escrito por mí mismo, enviado a la lista de coreo por Gary Cooper.

No sé qué decir. He escrito quince o veinte frases, pero al releerlas he notado que eran mierda. Las he borrado. Ahora escribo estas. Supongo que da igual todo lo que se me ha pasado por la cabeza. Ha tomado una decisión, la única, y por eso tiene que mantenerla como sea. Le dije una vez que todo esto no era sino que se estaba testando a sí misma, pero se lo dije en forma de crítica. Las verdades son como puños, difíciles de encajar en la mandíbula. Qué extraño es que el Miguel de ayer me noquee ahora. Se puede decir que el de ayer era ignorante, que no sabía dónde se metía al decir eso. Pero también se puede decir que el de hoy es más cobarde, y eso no me gusta tanto.

Es un momento cojonudo, gary. Creo que voy a imprimir las frases y las voy a clavar en el tablón. Aquí yo no cuento, tío. Este asunto me implica y me jode, pero en él no tengo relevancia alguna. Le toca mover a otra y no hago más que intentar hacerlo yo. A mí sólo me toca una cuestión de respeto. Las voy a clavar ahí a ver si soy capaz de una vez de ponerme en un segundo plano, entre bambalinas, como dijo víctor y yo no entendí. Estaba buscando el problema en un sitio equivocado, y me centré en un par de consecuencias de él que pasaban por allí. No me disculpo con esto, pero el dolor es más grande de lo que yo pensé. Pensé que me iba a costar menos, mucho menos. Alguna vez pensé hacer lo mismo, por lo mismo, y creí que iba a ser más fácil. Pero ahora lo es más que hace un rato, porque me has traído mis propios puños hacia mi mandíbula.

De verdad, tronko, gracias. Abrazo, y cabrón, mándame mi diario que se perdió en el foro cuando a los de miarroba les dió por joder.
Aunque, de todos modos, lo que dije en esta parte de mi diario es que la angustia de lore era irracional, y que no sabía disfrutar lo que tenía. Pero leído de otro modo, desde el punto de vista de Lore… si no te gusta lo que tienes, sea racional o no en que no te satisfaga, cambias.

Joder, tío, no encuentro un momento más oportuno para que traigas esto.