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Hankeando, manque me reviente peleando a la contra

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Te levantas, son las ocho. Cierras la puerta. Te metes en la cama y tienes uno de los primeros sueños profundos en meses y… llaman al telefonillo y es Cisneros, le dejas pasar medio aquí medio en cualquier otra parte. El problema de abrir la puerta es que como no apoyas los pies en el suelo, como levitas, no tienes un punto de apoyo para vencer la diatriba de la tercera ley de Newton y entra. Tomas aire y haces café. Está rico y habláis. De todo un poco y una mañana estupenda y sales, entras en una tienda de informática para dar una fianza para el ordenador nuevo de Goyo. Te despides de Dany y todo circula bien engrasado.

Te lo has pasado bien. Te has comunicado y has recibido todo a cambio y tienes algo de miedo y mucho sueño y todo el tiempo del mundo para seguir perdiendo el tiempo y ganando momentos y sabes que esta noche te irás con los del curro a los enemigos y sabes que estará bien y que será divertido y que te reirás y haras fotos y que serás grande y enorme y enorme y será un gran momento como no es hace años o siglos o intentos y que todo y nada que todo y nada pendula en torno a un centro de masas difuso, abigarrado y desdibujado y no te importa porque, al fin y al cabo, sabes que sigue girando y que da fuerza y vida o la misma que quita y que todo y nada que todo y nada que todo y nada están llenos de sentido y de vida y sabes que mañana o quizá no mañana pero sí pasado sabes que mañana o pasado o al otro todo volverá a cambiar (¿o no?) e irás abajo a encontrarte con todo lo oscuro con todo lo que es y no es y lo que existe y lo que no y entonces tendrás todos los miedos fuera del frasco y todos los colores sobre todo los perfumes recuperados del olvido rescatados de la nada y entonces entonces entonces abrirás por la última página la colección de cosas que pululan en tu cabeza y tomarás aire y abrirás la puerta y Cisneros tomará un café contigo y tú con él y tendrás la sensación de que pese a tanto mal trago, pese a tanto buen trago tan buenas historias tan malas historias en resumidas cuentas

sigues respirando.

bitácora bitacorae

Bien, hagamos una bitácora como es debido (aunque no se dirá todo, la esfera de lo íntimo no tiene en absoluto que ver con la de lo privado, puedo violentar la primera colgándola en la web, pero la segunda no permite esos escorzos). Ayer me levanté con el sonido agradable del móvil en la oreja. Era mi jefa preguntándome si podía ir al curro a substituir a enfermos y excusados. Me levanté e hice café negro con capacidad de ser pasado a cuchillo. Me llamó Cisneros y quiso venir a probarlo. Le dije que no. Cogí un bus, cojeando llegué a la puerta de mi home sweet home laboral y entré. Al tajo. Todo pasó rápido, de tal modo que cogí el coche de ortondo a las siete y media, fuimos a por unas cervezas y me callé.

Y me callé y Ortondo empezó diciendo lo normal, lo que siempre se dice cuando te preguntan algo. Pero seguí callado, mirándole. Al rato su conversación cambió. Se abrió. Yo estaba escuchando alucinado. Bueno, ahora sé más. Se hizo de noche y me dormí en el palomar, no sin una buena ración de Ignatius (que se acaba) y un rato de comer techo pensando en cosas que no se deben pensar. Me levanté hoy, vino cisneros y se tomó el café que hice ayer, no sin antes inmovilizarlo en una taza de fuerza.

Me trajo al curro. Estoy aquí, en lo mío. Mañana iremos de nuevo a los enemigos, todos los del curro. Luego seguro que me quedan ganas de mirar a la cara de Luciano de Samósata.