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presentación de los cinco nuevos temas

Clip, eres un artista.

El problema es la historia, uno corre el peligro de volverse historicista, constantemente. ¿Veis el vaso de la foto de las velas? Ese vaso lo compró leti, cuando vivía en Tribunal en un piso minúsculo en el que los cuatro pasamos muy buenos ratos, allí creció mus, su gato. ¿Que cómo llegó a mí? Bueno, después compartimos piso en Chueca. Ellos se mudaron a Pizarro, nosotros aquí. Trajimos el vaso.

Cada objeto, cada línea de esta casa, tiene una historia detrás. Es conveniente olvidarse de todo eso y sólo recordarlo de vez en cuando, en plan nostálgico-divertido. Pero tampoco olvidarlo demasiado, o la realidad se vuelve plana, sin dimensiones, sin profundidad, sin espacio. Vamos, un equilibrio. Pero nunca he sido buen equilibrista, y jamás he tenido autodominio.

«Llevo tu vida en mis ojos, por eso no los puedo cerrar», decía Doctor Grillo.

Aquí, tomando un café, sin música, sin ruido, estoy chinado por posibles reacciones de la junta vecinal, después del follón de anoche. Madre mía, con la ventana abierta. Joder.

No iba a salir. Todo iba bien, me negué ante dEMASIÉ, el clip y rous, y comprendieron. Llamó nano, algo me olió a soledad y le dije «bueno, unas cervezas». Las compré, y algo de ron también. No mucho. Lo justo. Después comprendí que no podía decir sí a unos y no a otros, así que llamé y dije sí. Después Cisneros, Yudith. Presenté las canciones. Nos chuzamos a base de bien. O al menos yo.

Parece que las canciones van pasando más que decentemente los controles de calidad, la puesta de largo en los oídos más selectos.

Hice el bestia con la voz, y ya medio afónico me afoné del todo. Me lo pasé muy bien, en cualquier caso. Cómo me alegro de que estéis ahí, todos. Se fueron cuando yo no podía más, medio dormido en el sofá. Me arrastré hacia la cocina y me hice algo de pasta, tenía gazuza. Comí, dormí, me levante bien. Con ganas de escribir. Poesía. Lo hice. Ahora voy a limpiar, le he dicho que no a lon lon al aperitivo en Sagardi.

No puedo prometer que vaya a limpiar, pero al menos me pongo las condiciones adecuadas.

Paseo por la taza del váter, meto mi cuerpo con el piloto automático en el autolavado de la ducha. Estoy empezando a pensar que me hace falta una piba. Asustado, dejo de pensar. No quiero volver a poner el cuello boca arriba. No necesito ninguna piba. Necesito a todos y cada uno de mis amig@s (incluso a los que no veo, prometo que ya dolerá menos y volveremos a vernos), pero no dependencias emocionales tan fuertes. Me gustan así de fuertes, pero son peligrosas. Tienen mucho peligro.

Cada vez que suena la puerta del portal pienso que va a sonar el timbre de la mía (un vecino iracundo preguntándome si tengo algún tipo de respeto en alguna parte, y en caso afirmativo por qué no lo utilizo).

Y yo qué sé, le diría, llorando. Eso es lo que me da miedo, no la charla, sino el llanto. Porque no lo sé. Porque no tengo ni idea, déjame en paz. No sé por qué hago lo que hago, estoy excentrado, ¿no lo ves, capullo? Yo qué sé, de verdad, ayúdame, le diría quizá… me miraría como si hubiera perdido la cordura, ganado la vesanía. Y eso sería más de lo que yo podría soportar. Un poco más de tetas y sería una matrona italiana confusa. Vendrá Ortondo con pizza, él siempre me tranquiliza. Es un remanso de paz, kaótica, pero paz, deprimida, pero en paz.

Estoy avergonzado, humillado, jodido.

El pibe al que le dió por hacer inmersiones en mis labios el sábado pasado llamó. Por supuesto, no le cogí el teléfono. Como ya dije, a mi los pibes me gustan con caderas anchas y tetas. Por eso no me gustan los pibes. Qué le vamos a hacer. Quizá sería una solución, pero no parece posible. Cuestión de gustos, que conste, no de prejuicios. Yo estaría tan campante con un compañer@ de kombate vital, y eso es una cuestión de cruce de personalidades, más que otra cosa. Pero en otras cosas importan otras cosas.

El caso es que este sol que entra por la ventana me parece divertido, y me río. El caso es que uno siempre está a gusto con el sol. Decía en una canción que ya no lo quería, pero es mentira. Quiero sol, y buen tiempo. Y cervezas en el Sagardi. Y que la casa se limpie sola y deje de darme por culo todo el tiempo. Y saber dónde estoy. No fue ayer, ya hace algún tiempo, debería estar menos turbia el agua, el fango más sedimentado en el fondo.

Pero si no es así, al menos hace sol. No te jode.

chiflado

«No se encuentran nunca propiedades gloriosas en la naturaleza humana, sin que inmediatamente ciertas variedades extrañas de las mismas debieran degenerar, por infinitas matizaciones, en la imperfección más extrema. La propiedad de lo terriblemente sublime, cuando llega a ser por completo antinatural se hace extravagante. En cuanto se consideran sublimes las cosas antinaturales, tanto si se les conceda poco como mucho, no son más que esperpentos. A quien le gusta lo extravagante y cree en ello, es un visionario y la afición a los esperpentos, hace a uno chiflado. »

Immanuel Kant. Observaciones acerca del sentimiento de lo bello y de lo sublime.

Abro una cerveza, compongo una canción que llamo «mi última herida». Masco pollo. Masco canónigos. Fumo tabaco, como casi siempre a lo largo del día. Las calles tienen heridas profundas en forma de alcantarillas. Huele a sol, aunque es de noche. Huele a promesa en alguna parte. Desde luego no aquí. Aquí sólo hay hogares vacíos que no prometen nada en absoluto, camas calientes en las que se hace el amor a marchas forzadas, ritualmente; como la semana santa, tiene sus fechas, marcadas en el calendario. Soy imbécil, lo sé, pero tengo un sueño en el que estás pintando inviernos en mi piel, pintando escenas que me sé. Inhalo, inhalo algo, es aire, supongo, es aire, quiero creer. Cuando llegue el momento de fecundar las sábanas habrá ideas, supongo, que suplan los abrazos. Habrá versos que suplan los besos, habra silencios, de eso estoy seguro. Mi piel tiene heridas profundas en forma de poros.

Se acaba el cigarro, metronomo exacto que marca cinco minutos. Eso tenía un nombre. Escanciar era servir vino. Regla nemotécnica que me lleva a la palabra en cuestión: escandir. Eso es medir el verso, contar el número de pies o de sílabas de que consta. Medir los tiempos, al fin y al cabo. Tiempo del café, tiempo del curro, tiempo de la guitarra y la cerveza. Tengo jet lag, del café al curro y del curro a la cerveza y la guitarra hay muchos ritmos circadianos descompuestos. Husos horarios, si hablamos a escala planetaria. No creo que tenga nada que ver. La cerveza tiene heridas profundas en forma de tragos lentos eludiendo los mordiscos de los recuerdos hambrientos.