Y era un invierno emponzoñado y tergiversado cuando cogí mi cuerpo y lo llevé a dar una simple vuelta. No tenía muchas ganas de verme en el espejo, pero tampoco de ver reflejos por todas partes.
Así que me quedé quieto.
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Y era un invierno emponzoñado y tergiversado cuando cogí mi cuerpo y lo llevé a dar una simple vuelta. No tenía muchas ganas de verme en el espejo, pero tampoco de ver reflejos por todas partes.
Así que me quedé quieto.
Te levantas un sábado cualquiera y abres una cerveza. Has quedado, y lo tienes claro, así que te rapas la cabeza. Monerías de un niño tonto. Apuras el trago hasta el fondo porque en él guardas la llave de tus sonrisas y te esquilmas vaciando secretos en las papeleras.
– Tengo que recoger todo esto.
Y coges la puerta y te vas.
Uno de esos días en los que efectivamente sientes que el cielo se va a desplomar sobre tu cabeza. ¿Por qué? Pues por nada en especial, supongo. Todos lo problemas que llevo arrastrando desde que el mundo es mundo se han solucionado excepto uno. Líos de pasta. Los peores.
Estuve en Córdoba, viendo a Chaouen, en regalo de N. por mi cumpleaños.
He actualizado la versión de wordpress a 1.5, para ver si acabo de una vez por todas con la peste del spam. Parece que funciona. De momento me he cargado 2.600 comentarios de mierda de un plumazo, antes tenía que hacerlo de uno en uno.
Y todo bien, ciertamente, pero es que a veces…