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Milan Kundera. La insoportable levedad del ser.

Una pregunta que no tiene respuesta es una barrera que no puede atravesarse. Dicho de otro modo: precisamente las preguntas que no tienen respuesta son las que determinan las posibilidades del ser humano, son las que trazan las fronteras de la existencia del hombre.

[…]

¿Qué quedó de la gente que moría en Camboya?
Una gran fotografía de la actriz norteamericana con un niño amarillo en brazos.
¿Qué quedó de Tomás?
Una inscripción: Quiso el reino de Dios en la tierra.
¿Qué quedó de Beethoven?
Un hombre huraño con una melena inverosímil que afirma con voz profunda: Es muss sein!
¿Qué quedó de Franz?
Una inscripción: Tras tanto andar errante, el regreso.
Etcétera, etcétera. Antes de que se nos olvide, seremos convertidos en kitsch. El kitsch es una estación de paso entre el ser y el olvido.

Milan Kundera. La insoportable levedad del ser.

Miller, Trópico de Capricornio.

«Quien, por un amor demasiado grande, lo que al fin y al cabo es monstruoso, muere de sufrimiento, renace para no conocer ni amor ni odio y disfrutar. Y ese disfrute de la vida, por haberse adquirido de forma innatural, es un veneno que tarde o temprano corrompe el mundo entero. Lo que nace más allá de los límites del sufrimiento humano actúa como un boomerang y provoca destrucción».

Henry Miller, Trópico de Capricornio.

sucede que







He vuelto a subir las bitácoras. No sé por qué. Ha pasado una semana. Pasó la cena de empresa, el jueves con Rodrigo, el sábado con Rosa y Miguelón, la comida del domingo. La tarde horrible del domingo, aniversario de los primeros tres meses sin nosotros. No podría describir la tarde. Estoy haciendo algunas locuras, porque, esencialmente, estoy loco. He perdido el norte. Deambulo. Me equivoco, me equivoco mucho. Duele, aunque no es razón ni excusa. NO lo es. Pero sucede que.

En el principio era el amor.
Sin el amor nada existía.
El alma que una vez amó,
nunca jamás se apagaría.

Volver a amar era intentar
tornar al punto de partida,
apresar humo, tocar cielos,
poseer la luz infinita.

Volver a amar era querer
revivir las flores marchitas.
Era escuchar la voz del alma
que llamaba al alma perdida.

Volver a amar era llorar
por la dicha desvanecida.
Era encontrar con quien partir
el pan y el vino de otros días.

Pero -de sobra lo sabemos-
sólo una vez se ama en la vida.
Volver a amar, es evocar
el amor que colmó la dicha.

Es, sin querer, hacer sufrir.
Sentir la rueda detenida.
Que si el espejo sufre, es porque
la vieja imagen está viva.

En el principio era el amor.

José Hierro. Con las piedras, con el viento… 1950.