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hurt

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Solo he encontrado una versión con guitarlele, así que ahí va una con guitarra

I hurt myself today
To see if I still feel
I focus on the pain
The only thing that’s real

The needle tears a hole
The old familiar sting
Try to kill it all away
But I remember everything

What have I become
My sweetest friend
Everyone I know
Goes away in the end

And you could have it all
My empire of dirt
I will let you down
I will make you hurt

I wear this crown of thorns
Upon my liars chair
Full of broken thoughts
I cannot repair

Beneath the stains of time
The feelings disappear
You are someone else
I am still right here

What have I become
My sweetest friend
Everyone I know
Goes away in the end

And you could have it all
My empire of dirt
I will let you down
I will make you hurt

If I could start again
A million miles away
I will keep myself
I would find a way

palimpadero

Mae llevaba toda la semana intentando hacerme perder el control. No quería tenérselo en cuenta, pero me estaba costando. Avanzaba hacía mí con sigilo y me tiraba al agua. Una vez dentro se zambullía a mi lado y empujaba mi cabeza hacia abajo y la mantenía ahí un buen rato. Yo le daba codazos y patadas esperando hacerle el daño suficiente como para que me soltase, pero no solía funcionar. Ella siempre fue mucho más fuerte que yo. Después me ayudaba a salir y me sonreía y me decía eh, chico, tampoco ha sido para tanto, ¿a que te has divertido? y se alejaba dejándome allí boqueando y escupiendo medio ahogado.

La laguna estaba cerca del barrio. Había que tener un poco de cuidado porque antes había sido un viejo almacén y si no te andabas con ojo podías hacerte daño con algo. Al menos eso me decía constantemente mi padre, pero yo nunca vi nada. Cada cierto tiempo circulaba el rumor de que alguien se había encontrado un meka olvidado podrido de herrumbre que todavía respondía, aunque para que te lo enseñaran tenías que tener contactos. Yo no los tenía, así que cuando les veía emocionarse les seguía. Las tres o cuatro veces que lo hice no llegaron a nada, daban un par de vueltas por los alrededores y, cuando se hartaban, volvían. Cuando volvía a circular el rumor no parecía importar que la vez anterior hubiera sido en balde, se lanzaban ilusionados de nuevo. Eso se me escapaba un poco.

Alguien se llevó el contenido de ese viejo almacén a otra parte, y otro alguien preparó el terreno vacío para hacer la laguna. Mi padre no recordaba quién había sido, Mae tampoco. Por lo que yo podía saber aquello podía haber estado ahí desde siempre.


Así que estábamos viviendo en Rosaverde. Mi padre y sus amigos siempre me decían que tenía mucha suerte. Aire limpio, lanzaderas de residente con viajes a mitad de precio, un futuro asegurado. Yo lo único que veía es que estábamos lejos de los sitios donde las cosas suceden e importan, de lo que se veía en los 3D y en las noticias. Ahora es diferente, Rosaverde es casi el centro histórico de la civilización, pero la cosa no era así por aquel entonces. Por aquel entonces no había nada dando vuelta tras vuelta al planeta más que la Luna y aquel orbital, lo que me producía la sensación constante de estar lejos de las cosas que importaban aquí pero sucedían en otra parte.

Era un terreno intermedio un poco tonto para vivir, la verdad. Cuando no nos bombardeaban con historias de contratistas encontrando vetas y volviéndose ridículamente ricos en los planetas exteriores, lo hacían con otras de diseñadores de software encontrando la piedra filosofal en oficinas sin ventanas llenas de cajas de pizza y latas de cerveza abajo en la Tierra. Todos queríamos ser ellos cuando creciéramos. A veces unos, a veces los otros, pero la primera lección que me quedó bastante clara es que no teníamos juegos en los que fuéramos a ser algo justo donde estábamos.


Palimpadero era el nombre de la laguna. Lo ponía en un cartel a la entrada. Había que seguir un diminuto camino de tierra asaltado por la vegetación que arrancaba entre mi casa y la de nuestros vecinos. Eso era una ventaja para llegar allí antes que los demás y darse un primer baño tranquilo, pero me hacía sentir que yo vivía justo donde el barrio dejaba de serlo, de estar en las afueras de las afueras.

Mae me acompañaba. Éramos los primeros en aparecer y yo la veía caminar adentrándose en el agua paso a paso hasta que sumergía la cabeza y la sacaba para empezar a nadar. Se iba hacia dentro y, sólo entonces, yo iba detrás de ella.

El camino, cuando terminaba el verano, era ancho. A partir de ahí iba difuminándose poco a poco, muy despacio primero en otoño y más rápido en invierno. Cuando volvíamos a él en primavera casi se había vuelto invisible, aunque nunca dejó de estar lo suficiente ahí como para no poder retomarlo.


El tráfico de cargueros fue siempre incesante, quizá ahora lo es todavía más. Rosaverde se convirtió en el centro de producción de una humanidad cogiendo impulso. La contaminación se expulsaba al espacio, y desde allí pasaba a orbitar el planeta en una especie de nube cadavérica que no podía afectar más que al vacío que la rodeaba.

Había ese tipo de triángulo que lo explicaba todo. Se minaba en los planetas exteriores, la producción se traía al orbital para fabricar lo necesario, los productos manufacturados se enviaban a la Tierra para ser consumidos. Nosotros vivíamos en suburbios de horizonte cóncavo que componían, uno a uno, la circunferencia. Trabajábamos en maquilas, vivíamos bien, teníamos el futuro asegurado.

Aquí arriba estábamos dedicados a eso. Abajo estaban los que podían permitirse comprar y los que no habían tenido la suerte suficiente para ser parte del relleno de los cupos.

Mae me hablaba de esas cosas, pero de otro modo. Me hablaba de ello obviando algunos detalles. Nosotros queríamos ser programadores o mineros, y ella me repetía constantemente que yo estaba muy bien donde estaba, que no tenía que buscar más. Mae no era exactamente metálica. Si apretabas su brazo podías percibir en ella una dureza que no era muy normal, pero si no lo hacías sólo veías a una chiquilla rubia y delgada con un sentido del humor un poco salvaje.

el concepto

Claro, técnicamente no somos parte de la congregación galáctica. Eso requeriría unos mínimos básicos que no cumplimos ni de lejos. Nos dejan asistir a los concilios porque todavía no saben muy bien que hacer con nosotros y porque, bueno… nos presentamos directamente en uno. Nosotros por aquel entonces no sabíamos nada del concilio ni de los requisitos, ¡de hecho ni siquiera sabíamos que no estábamos solos en este hipermercado galáctico!

Después del jaleo inicial, tras entender que algo tenían que hacer y del estrés de configurar y enchufarnos a un multilenguaje, nos comentaron que en sus cálculos más optimistas nos quedaban entre tres y cuatro mil años para acercarnos un poco a cumplir algunos de ellos. Lo optimista, parece ser, estribaba no tanto en el tiempo en sí como en que no pensaban que fuésemos capaces de no matarnos entre tanto. Nos lo comentaron cuidando mucho la etiqueta y se sorprendieron cuando les respondimos, igual de educados, que nosotros mismos no estabamos seguros de ser capaces de no autoextinguirnos en un par de décadas, lustro arriba o abajo.

Así que la cosa fue algo así como que sucedió que este tipo, Jonás Parra, nacido en Albacete, España, después de una serie de ruindades que generaron una bolsa de improbabilidad alrededor de los cuatro hierros con los que aspiraba a ser el primer proyecto privado no empresarial que orbitase la Luna, la nuestra, la que da vueltas a La Tierra, apareció en medio de Matrón 5, terreno neutral de la congregación, y empezó a morirse en medio de un tremendo ruido de radio pidiendo auxilio.

Demasiado para gente tan civilizada.


Y parece ser que hay algunas cosas básicas que, de momento, son algo así como interespecies. Una de ellas es que cuando no sabes si vas a comer mañana estás tan preocupado por saberlo que no le prestas mucha atención a nada más. Tiene un corolario: cuando tienes asegurada la comida de mañana y la de pasado mañana te queda mucho tiempo libre para pensar en otras cosas. Así es como yo me explico que ciertos sectores se convencieran de que la humanidad era la especie elegida. No empezó siendo algo que nadie se tomase muy en serio, desde luego, lo hizo más bien como un rumor que iba de conversación en conversación. "Fíjate en esta gente, ¿cómo es posible que con este nivel de tecnología hayan sido capaces de un logro tan tremendo?", "quizá ellos tienen alguna clave acerca de qué va todo esto".

Sobre eso nos echaba una mano enorme el estado de la congregación después de bastantes milenios de convivencia pacífica. Tenía que ser pacífica, claro, porque era uno de los requisitos. Eso tiene su truco. Es una especie de ecuación: si la agresividad de una especie con ella misma y con su entorno tiende a infinito las posibilidades de que consiga expandirse antes de destruirse a sí misma tienden a cero. Hay un montón de puntos intermedios, pero el coste de la expansión es tan grande que, al final, esa gradación tiende a producir el mismo resultado: autodestrucción. Al final sólo los que aprendían a colaborar y enterraban la agresividad conseguían salir del punto-embudo crítico de la expansión.

Eso no se comprende del todo si no consideramos una de las principales e indiscutibles políticas de la congregación: la no intervención. Una vez que entrabas dentro te beneficiabas de la tecnología acumulada durante milenios, pero hasta que superabas los requisitos dependías sólo de ti mismo con ellos de testigos. Nuestro amigable amontonamiento de civilizaciones tiene un enorme cementerio fielmente registrado. Hasta hoy no he conseguido percibir en ellos ningún remordimiento por eso.

La cosa es que, sobre eso de la mano enorme, se aburrían bastante. No ibas a encontrártelo en los informes, por supuesto, pero ahí estaba. La paz es otra de esas cosas, junto con tener asegurados los recursos básicos, que deja un montón de tiempo libre, y a pesar de los esfuerzos titánicos estimulados por el ocio no había especie que hubiera encontrado algo así como el sentido de estar vivos frente a, por ejemplo, ser un planetoide obtuso de roca orbitando obtusamente a otro. La conjunción de tiempo libre más falta de sentido puede resultar devastadora si no hay nada que lo reconduzca.

Así que nosotros, con un Jonás Parra que estaba vivo porque los planes de sabotear su nave condujeron al mayor viaje que podíamos haber soñado, de repente parecíamos la clave para comprender qué estaban haciendo, qué hacían en medio de un universo que se difumina a si mismo dispersándose a una velocidad endiablada. Al fin y al cabo, toda velocidad parece enloquecida cuando no existe un pedal de freno.

Demasiado para gente tan despreocupada.


Casi todo esto me lo estoy inventando, pero es una hipótesis de trabajo ad hoc. Es cierto que cada vez más secciones de la congregación se reúnen en la teoría de que la humanidad es la especie elegida, pero si lo pienso un poco todo el tiempo que llevan conviviendo con la cooperación debe haberles dado herramientas que yo no soy capaz de ver para reconciliarse con ciertas ideas. Si no lo consiguen es cosa suya, no mía. Eso está mucho más allá de lo que puedo comprender. Si deciden algo sobre cosas que no puedo ver no tengo ningún derecho a discutirles nada. A veces me acusan de "humanista", pero no conozco otro modo de aproximarme a la realidad. No es que decida pensar como un humano, es que soy uno.

Seguimos sin tener formalmente estatus de miembro asociado, tampoco lo necesitamos. Acabamos de conseguir que se apruebe una normativa para darle a la humanidad acceso a las bases de datos. No tendremos profesores, estamos forzados a desentrañar sus secretos nosotros mismos, pero nos vamos a ahorrar un montón de palos de ciego, un montón de tiempo delante de un monitor devanándonos los sesos.

Si me preguntan directamente, y espero que no lo hagan, vamos a llevarlos a todos al desastre. Seguro. No preveo otro resultado.

Pero yo no soy tan grande como ellos. La humanidad agoniza en un planeta moribundo que nos hemos cargado nosotros mismos. Los que mueren y morirán son los míos. Quizá dentro de quinientos o mil años no quede más que el vacío, soy consciente. Pero todos esos años serán todos los que tendremos.