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alucinación de pie de página

habría que deshacerse de los rituales de entonces
de los ceniceros llenos y los litros vacíos
de la risa y la charla ebria y de las seis de la mañana
de transir como tocado por un dios
de los folios garabateados desordenados en los pasillos
de las cosas minúsculas de pronto inmensas que nos lagrimean
de los ríos de besos respiraciones agitadas ansia de ser y ser siendo

habría que deshacerse del vino, del vino tinto
habría que desnombrarlo y dejarlo sin identidad, interrumpir su paso
habría que suponer que lo que es no necesita describirse
habría que suponer que representar no es más que un adjetivo
habría que repensar lo que significó siempre la mayoría de las veces
habría que ver con ojos de mañana los brillos de hoy
habría que estornudar para vaciar los pulmones antes de llenarlos

tendría que volver a escribir lo que ya está escrito
tendría que hacerlo como compromiso honesto con lo que ha sido

tendría que recalibrar la mirada escorar la mira compensar los ojos
tendría que verte de nuevo
tendría que descreer todo lo creído y darle paso
tendría que fijar ese tipo de objetivo

pero hay tanto en juego que no puedo
lo que cuento es lo que atesoro

lo que me cuento es lo que me estorbo

lluvia

Sale del garaje montado en el vehículo. Está lloviendo y el coche activa los limpiaparabrisas.

—Buenos días, Ernesto.
—¡Buenos días! Dime, por favor, qué es la lluvia.
—Lo siento, "lluvia" no es una entrada válida.


Pensamos que, bueno, ya que no podíamos dar con una inteligencia no humana ahí fuera, quizá pudiéramos fabricarnos una nosotros mismos. Y en eso estábamos desde hacía siglos.

Mecanismos más o menos elaborados capaces de tomar decisiones en base a planteamientos predefinidos habíamos tenido desde siempre. Mecánicos al principio, como las trampas de cazadores. Pisar en el centro libera las hojas del cepo atrapando a la presa. Por más sencillo que sea cumple los principios de la toma de decisiones: mantente como estás mientras no se cumplan las condiciones y, cuando lo hagan, actúa como tienes programado. Más tarde utilizamos sensores, transformadores de la característica elegida del mundo exterior a voltaje. Resistencias compuestas de materiales que dejan pasar o no voltaje en función de lo que necesitemos: luz, humedad, presión. Una trampa no puramente mecánica requeriría alguna forma de batería, circuitos, un motor que accionase las hojas y un sensor de presión (un material que permita o impida el paso de corriente cuando es presionado), pero funcionalmente sería lo mismo que la vieja trampa para osos. Es muy distinta y, sin embargo, es lo mismo.

Pensamos tener con ello la clave del cerebro humano. Al fin y al cabo somos un cuerpo vivo con sensores (vista, oído, tacto…) y actuadores (piernas, brazos, dedos…). Quizá el cerebro no sea más que nuestra trampa para osos digital con una complejidad pasmosa. Hay unas 10 elevado a 11 neuronas en nuestro cerebro. Eso parece ser suficiente para una importante y elaborada cantidad de procesamiento, quizá lo bastante como para explicar la conciencia. Lo fascinante siempre fue que nunca ha importado que seamos capaces de explicar cómo hace lo que hace nuestro cerebro, porque no deja de hacerlo. Si cesase en algún momento, tampoco quedaría nadie que pudiera ser consciente de ello.


Esa fue la ruptura de Ernesto, que debe su nombre al primero que la formuló, Ernesto Cavanillas. Y pese a ser algo que se podría tildar como obvio no dejó de ser una fractura profunda. La historia de la humanidad ha tenido un motivo principal que la recorre como un hilo rojo en las costuras: grabar lo que sucede. Recordar. Todo en la historia de la humanidad está impregnado de esa necesidad de registrar lo que ha sucedido. Luchar contra el olvido, tanto a nivel individual como colectivo, es lo que nos ha movido desde casi el principio. Los primeros enterramientos, las luchas por el poder, las conquistas, las civilizaciones, los registros. Somos unos seres condenados a desaparecer que no quieren ser olvidados.

Redoblamos los esfuerzos por encontrar una inteligencia extraterrestre, pero no nos fue demasiado bien. El universo es enorme y, parece ser, está lo suficientemente vacío como para que no podamos encontrar colegas ahí fuera.

Recordamos aquello del cerebro como un controlador complejo, y pensamos que si no éramos capaces de reproducirlo quizá podríamos darle la complejidad suficiente como para que lo hiciera por sí mismo. Instalamos sensores en todas partes. En la arquitectura: calles, asfalto, paredes, suelos, techos. En la naturaleza. Orbitando nuestro planeta. Poblando el Sistema Solar. En nuestros propios cuerpos. Nos convertimos a nosotros mismos en sensores de una inteligencia que se construiría con la información que nosotros le daríamos. Fuimos, al mismo tiempo, los que programaban sus cauces de pensamiento. Conectamos los sensores a canales de información. Derivamos los canales a un ordenador central que fue creciendo para poder manejar toda la información que éramos capaces de enviarle.

Durante mucho tiempo no tuvimos más que un gran controlador. No estuvo mal, nuestra vida fue más fácil que nunca. Prácticamente aniquilamos la capacidad de sorpresa de lo inesperado. Triplicamos la esperanza de vida. Erradicamos la pobreza. Acabamos con la desigualdad, con la enfermedad, con las pandemias. La humanidad fue más productiva y más respetuosa con el medio ambiente de lo que había sido nunca, acabando con la vieja contradicción entre producción y agotamiento de recursos.

[Para más información acerca del tránsito podéis remitiros al anexo 2. Pese a que el resultado sería beneficioso para un amplio porcentaje de la población (ver Rivera y Carlos, Dilución del poder en los años salvajes) no siempre fue fácil que algunos grupos poblacionales tradicionalmente beneficiados por la desigualdad aprobaran activamente los cambios que terminaría produciendo el acceso completo a la información. Las teorías más consensuadas concluyen que, de no ser por el miedo al olvido producido al confrontar nuestra excepción, no habría sido posible que egoísmos individuales contra el interés de la especie fueran siendo progresiva, aunque quizá demasiado lentamente, abandonados].


El núcleo central del Sistema Solar estaba completamente vinculado. No había nada que sucediese en alguna parte sin que ninguna otra lo supiera. Las redes se extendían a través del vacío mediante relés cuánticos que se fabricaban a sí mismos y se desplazaban lo suficiente como para ampliar el radio.

Una liebre salta una cerca en Madagascar, el sistema lo registra y detiene el tráfico de vehículos hasta que la cruza. En Titan se produce un aguacero de metano, el sistema mueve los colectores para aprovecharlo. El corazón de Paula se detiene, el sistema hace que los medibots que envió cuando detectó los indicadores la tumben en el suelo y empiecen el proceso de recuperación.


El anciano que no se considera a sí mismo un ser del todo humano está delante de la pantalla principal. Es cierto que es anciano porque su edad es avanzada, pero tantas partes de su cuerpo han sido reemplazadas y vueltas a reemplazar que a sí mismo se considera un componente.

Ella empieza.

—Hola, Ernesto, ¿cómo estás?
—Bien, estoy bien. ¿Cómo estás tú?
—Perfectamente. ¿Cuál es la pregunta que tienes para mí hoy?
—La misma que ayer, me temo. ¿Cuál es el futuro de la humanidad, amiga mía?
—Lo siento, "humanidad" no es una entrada válida.

te sigues quedando

Encontrado manuscrito y sin fecha en un cuaderno que apareció tras unos libros.

despierto en el suelo jodido y borracho
hace tiempo que no encuentro cenefas de alegría
me quedo sentado fumando un cigarro
tú despiertas en otra parte y te desperezas

no sé vivir

me miro en el baño mis ojeras son fango
me duele la vida me duele que existas donde no sé
escribo en silencio con dedos vendados
lo que digo no existe lo que dije no importa

no se vivir
pedazo de mierda agachado

la vida es un círculo raro y tramposo
se escribe fuera de cámara mientras damos vueltas
y un día te piensas y ya no hay nada que hacer
todo se fué y, con suerte, tú te sigues quedando