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más chimpancés

Se pueden decir muchas tonterías por un buen montón de motivos, pero creo que más o menos se pueden reducir a "hazme casito" y a denunciar la injusticia de algo justo que sentimos que de algún modo no ha sido satisfecho —lo que seguramente, afinando más, no sea más que un modesto y tontete corolario del "hazme casito"—. Cualquiera de los dos no vale para casi nada. No vas a decir lo que quieres decir, tampoco vas a saber qué se ha entendido de lo que no has sido capaz de decir, mucho menos lo que se ha entendido de sea lo que sea que has terminado diciendo.

Es mejor no hablar. Señalar cosas. Deícticos. Aquí, allí. Asentir, negar. Ese es el techo. Y lo ha sido siempre, no es de ahora. Quiero decir en mi cabeza. Allí, en esa cosa, ese cielo estrellado en todos los sentidos.

No quiero decir que las palabras no sepan, aunque no saben, ellas no están ahí para saber sino como una herramienta que ayude a mostrar el saber de los que las usan. Hay palabras que me gustan mucho más que otras y soy consciente de que eso no tiene nada que ver con ellas. Las palabras saben porque tienen esos sabores pero no son mucho por ellas mismas, saben según quién las paladea. Incluso aunque no tengas mucho que decir puedes juguetear a mezclarlas y hacer un discurso coherente pese a todo. Y suele colar. Siempre hay un otro capaz de anudar sus cabos en ellas.

Creo que no sabemos tanto y que, aunque pudiéramos saber más, no estamos del todo interesados en ello porque somos conscientes de algo. Se puede saber sobre dos tipos de cosas, las realidades independientes, objetivas, algo sobre lo que más o menos trata la ciencia, y las realidades que no son más que reificación del mundo, interpretación. Qué verdad vas a poder obtener de cosas que no tienen una vertiente objetiva. Los discursos sobre lo que no es más que una interpretación del mundo, chimpancés hablando de sus cosas, son una cuestión de creación de atmósferas. Burbujas de sentido que compartimos más o menos como podemos, pero que no son algo que se sostenga más allá de nuestra propia percepción de las cosas hoy, ahora.

Así que, ¿cómo explicarte en el pasado, cómo explicarte en el presente, más que intentando hacer accesible una burbuja que no terminas tú mismo de comprender del todo? Ese cielo estrellado en todos los sentidos.

En la ciencia puede y debe ser interesante comprender cómo funcionan cosas que caen dentro del método científico: cosas que son reproducibles, experimentales, observables. En todo lo demás a lo más que se puede aspirar es a pasar un buen rato pensando estar metido en la cabeza de otro, pensando que otro va a conseguir meterse en la tuya. Pero… ¿la verdad? ¿Qué es eso?, ¿quién puede saberlo?

dentro y fuera

La primavera parece querer llegar pero no lo hace. O quizá es que se me ha olvidado qué es, con eso de que las estaciones pasen del verano al invierno y de este otra vez al verano. Quizá ese quiero y no puedo, te hago sol pero te lluevo, hace calor hace frío te asas con tanto abrigo te hielas con tan poco abrigo, es lo que siempre ha sido aunque la costumbre no me haya dejado darme cuenta.

La suerte de tener una terraza grande (esta es algo más de la mitad del resto de la casa, lo cual no quiere decir mucho porque todo es pequeño aquí menos la planta callera, la tele que no uso y mi cuerpo) es que puedes tener tu pedazo de calle al lado de la puerta del dormitorio, del salón, de la cocina. Puedes salir y regresar en tres segundos si llueve, si hace viento, si la cosa se pone desagradable. Puedes estar dentro y fuera como si pudieras teletransportarte sin pasar por bajar escaleras mirar el buzón saludar al vecino abrir puerta. Llueve, ok. Abrir puerta saludar al vecino mirar de reojo al buzón subir escaleras. Mucho más inmediato.

La suerte de tener tu propio pedazo de calle es que puedes sobrevivir tanto en un confinamiento como cuando es primavera y el tiempo está loco porque ella parece querer llegar pero no lo hace —o quizá es que ya se me ha olvidado cómo es y lo normal es que sea así, dentro y fuera, allí y aquí, omnipresente y en ninguna parte—.

cultura y escenario

Releer La política de los chimpancés de Frans de Waal 22 años después de la primera vez me deja loco. El mismo texto, pero lo que entonces interpreté como curioso y animal ahora me parece tan humano como lo humano (marcando de un modo laxo animal y humano porque en el fondo no se puede hacer de otro modo). Me está pareciendo que la cultura no reinventa ni redefine, sólo modifica el escenario.