He dormido once horas y media del tirón. El cielo brilla y no llueve y es viernes y parece que todo se pone de mi parte así que hay que meterse en viento.

Cuesta relacionarse con el espacio. Con el tiempo. He estado revisando fotos de hace un montón Está bien o está mal, pero todo aquello era de un tiempo de tránsito, de un lugar sin espacio propio: era lo que iba a suceder entre tanto hasta que pasara aquello que lo cambiaría todo. Al verlo ahora me siento extraño.

He estado configurando cosas en servicios, webs, ajustando parámetros. No sé exactamente por qué, tampoco hasta cuándo, pero ese tipo de cosas me ponen una sonrisa en la boca. SMTP, configurando correos. Ese tipo de inexistencias. Entre eso y las fotos y el tiempo que pasé cristalizado tengo el cerebro un tanto raro ahora mismo.

Son más sencillas esas mañanas en las que me levanto lleno de energía y lo que me cuesta es mantenerme sentado en la silla del curro. Esas en las que el sol brilla el coche ronronea y huele a romero y bajo las escaleras trotando salgo del garaje convertido en un dios menor del volante tiro la basura en sus contenedores compro cocacola me como una manzana a bocados grandes entro por la puerta como si no pudiera pasarle al mundo nada más grande y me siento y empiezo a mover las piernas y no dejaré de hacerlo hasta que vaya por la tarde a visitar los olivos. Nah, no sé si son más sencillas. Son mucho más bonitas.