El foro va lento, y eso hoy está bien, porque deja tiempo para reflexionar. El foro debe estar al servicio de los foreros, y no al contrario. Acabo de terminar «Dioses menores», de Pratchet, y como no podía ser de otro modo me he reído como un cabrón mientras demolía el buen autor cualquier resquicio de dureza en cualquier convicción. Pragmática, constante movimiento de las ideas. Reconsideraciones constantes. Hoy tengo un día completo, me he prometido empezar el criticón, de Gracián, como medida anti-depresión (como es para un trabajo de la facultad, andar metido en él da un buen punto de amarre para el día) y como buen laxante mental, porque lo bueno del barroco es que da tanta importancia al factor cultural que arrasa todo lo demás (claro, sin contar a Dios, que entonces estaba bien provisto de irracional cordura e infalibilidad). Todos se han ido a Segovia, la abuela, el novio y Lore, y yo me he quedado de nuevo en mi batcueva con mi café y mi cigarro y mi ostentoso abdomen replegándose sobre sí mismo cuando me siento. Bueno, no es para tanto. No existe nada por encima de nada. Eso es evidente para mí. Pero en mi cabeza sí que empieza a existir una cierta jerarquía. El hecho de que nada haya sido dado no significa que tengamos que pasarnos la vida dando tumbos sin sentido, sino que debemos hacer una construcción sin pretensiones de ser algo distinto a un asunto personal, con el mismo valor que cualquier otra. ¿Existen mínimos? Es difícil negarlo, porque sería asumir que mi «no voy a matar a nadie» tiene el mismo peso que el «voy a matar a este» de cualquier otro. El problema es registrar esos mínimos, ponderarlos. El domingo pasado olvidé contar que en el patio de la casa de unos amigos, en el que se estaba tan bien a la sombrita mientras el sol devoraba todo lo que tiene la mala suerte de ser existente, había unas bragas enormes colgando de un palo, secándose. La conversación estuvo muy bien, el café de puchero sabía a gloria, pero yo no podía dejar de mirar esas enormes bragas secándose al sol, como si fueran una metáfora de algo. No podemos obviar la diástole que existe entre el espíritu y la carne, que andan todo el día a la gresca negándose el uno la otra y viceversa. Supongo que entremedias existe algo así como un yo que juzga y elige, o que juzga y al final se deja llevar. Y ya hemos complicado mucho el tema, porque hemos metido al espíritu, a la carne y al yo, y todavía no he metido a los otros, asunto espinoso por inaccesible. Constantemente escucho conversaciones en los bares en las que cada uno expone sus motivos para hacer algo, somos homo justificante, afirmando que «estaba obligado», que «no le dejó otra opción», que «era lo más lógico»… buah, y no nos damos cuenta de que el mundo está lleno de bragas colgadas en palos que repiten su lección. La dialéctica entre la inteligencia y las chichas, entre lo racional y lo carnoso. La dialéctica en la que construimos nuestro yo, si eso es algo en sí mismo. Y en medio de todo este jaleo de conceptos filosóficos y ropa interior femenina se encuentra un niño acojonado que no deja de darse cuenta de que debe acotar al elegir, abrir una puerta y cerrar quince al hacerlo. Paniker otra vez y su tenerse en pie por tus propios medios. La escatología de las religiones, la escatología de lo esotérico (que al final es lo mismo), la escatología de la escatología misma, todo son muletas en las que nos apoyamos porque parecen más verdad universal que nuestras torpes verdades humanas y personales. La fuerza se diluye con la edad, por la presencia más cercana de la muerte, supongo. Para mí es fácil no creer en nada, tengo la vida. La sensación de que voy a estar aquí siempre es fuerte todavía. Construir desde mí mismo, valorando toda construcción no dañina con nadie. Pero eso es aún tan relativo, puede llegar a ser tan grande o tan tendencioso… No importa, no hay otro camino. A pasarlo bien, a pasarlo muy bien y a ser injusto, que como decía Nietzsche es la única forma de vivir, y todas las demás tienen al menos la presunción de ser formas de no vivir, sino de dejarse llevar. Vaya un rollo de diario hoy. Compensaré mañana.
Categoría: perdiendo
rafa y el alcohol
Correr creo que no es importante, pero no estoy seguro. Hoy por fin he vuelto a mi wilson 98 después de revolucionar mi bios y mi controladora scsi sin ningún tipo de temor. Con Rafa me estoy pillando unos chuzos a base de tientos de verano (jeje) y cervecitas y rones y tequilas que complican el asunto de la informática, pero en líneas generales no me puedo quejar. A partir de ahora mi volver a escribir foro, tener buen sistema operativo. Saludos, fonderos.
cagar o salir del váter
No tiene nada que ver, yo tengo una cinturita… el sexo es otra cosa. A mí me gusta más el de la conversación que el de la noche arrebatada de puro placer físico (aunque, por supuesto, no desdeño el segundo). En cuanto a lo de la mala racha… joder, tendremos que hacer un club. Pero bueno, es mejor no abundar en detalles, porque en caso contrario nos ayudamos mutuamente a ir hacia abajo, en espiral, hasta tocar el fondo cenagoso en el que es difícil pegar el patadón para subir de nuevo. Ayer estuve por primera vez en un par de años en el pueblo de Guadalajara donde pasaba los veranos cuando era un crío físicamente. Estaba toda la familia y fue un asco, de pura rencilla en que se han convertido. La gente (incluida la familia) ya no me trata como un crío, y eso en un sitio en el que siempre me han tratado así era raro, extraño. Descorazonador de algún modo, porque el recuerdo es taimado y nunca sabemos justamente la fuerza que extraemos de él. Hicimos unas chuletas, me lo pasé muy bien con mi padre, que no está tan acabado como él piensa, sino todo lo contrario. Tomamos cervecita rica, vivimos bien este domingo un tanto dominguero. Las cosas con lore andan, pero más bien a rastras, y hoy a las cuatro viene su abuela con el novio, así que poco tiempo nos va a quedar para nosotros, para convivir y aclararnos. Hoy no tengo ganas de hablar con ella. Soy puro silencio. No sé por qué, pero tengo una sensación en el estómago (a lo mejor es la grasa de las chuletas de ayer, y de los chorizos y tal) que me lo impide. El problema del sexo y el problema del recuerdo y el problema de lo que somos en comparación con lo que quisimos ser. Yo creo que me llevo bastante bien conmigo mismo, he aprendido que el recuerdo marca el camino al que propendo, independientemente de mi situación actual, atada a la pura realidad de comer y tener un sitio donde dormir. Sigo escribiendo, y tocando, y componiendo, así que no está todo tan mal, porque sigo en el camino. Pero Lore es otra cosa muy distinta, ni caga ni sale del váter. Me gustaría ayudarla, pero todos mis intentos se estrellan contra su orgullo o su propia situación, que no le permite ver el problema como yo lo veo. Y, lo que es lo peor de todo, nada excepto mi propia convicción me resuelve el tema de que yo puedo perfectamente estar equivocado. Si no te gusta tu vida la cambias, o al menos lo intentas, y si te gusta la disfrutas. Lo que no puedes hacer es sentir irracionalmente que algo no funciona y desesperarte porque no sabes hacia dónde ir, qué cambiar. Porque eso sí que es frustrante, el hecho de que no te termine de gustar lo que tienes pero que no tengas ni puta idea de qué te gustaría. Ni siquiera un indicio. Eso es ni cagar ni salir del váter, sino quedarte mirando a la taza esperando yo qué sé. Es muy frustrante, y siento que necesito echarle una mano para, una de dos, que se reconcilie con lo que es ahora mismo o, por otro lado, que sea capaz de ver y cambie, incluso aunque ese cambio no me incluya a mí mismo. Uff, vaya chine, os dejo, cervecitas para todos.