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tarado en kombate

Tarado/anticuario con su nueva guitarra. Mi primer pensamiento fue llamarla Lorelay, pero Roy me dijo que era un poco macabro.

Llamó edu, llamó jara. El fin de semana ya se está complicando, y estamos a martes.

Por cierto, juguemos a un juego.

¿Where is lorelay?

Pues en ninguna parte, joder.

(Por cierto, veremos a ver si llego a fin de mes sin comerme a la pobre guitarra, voy a intimar con ella toda la noche, a ver si después de un rato sintiéndonos me cuenta su nombre…)

en un momento

El anticuario se ha vuelto loco.

Se ha ido al descanso del curro y se ha comprado una guitarra.

Le quedan doce euros para pasar el mes.

Y le da igual.

Tiene su guitarra.

Electroacústica.

Cutre. De batalla.

Como la cámara.

No le importa comer.

Tampoco tiene hambre en exceso.

Prefiere poder hacer cosas que tengan tanta fuerza como para hacerle olvidar lo otro.

Los huecos.

Las marcas que dejan lo que ya no está.

Tengo mi guitarra.

vivir solo

Vivir solo de nuevo está de puta madre. Puedes leer hasta que se te caigan los ojos. Puedes comer comida de mierda, porque cocinar siempre está relacionado con darle placer al otro (la sensualidad de la comida, no os vayáis de madre, joder), puedes montar en bici en el salón, pegarte una ostia contra el sofá y reventar la llanta. Puedes poner la música a toda ostia y gritar a los vecinos cuando te griten. Puedes pintarte el cuerpo con colores tribales (subiré fotos, púdicas, no os vayáis de madre). Puedes dejarte la barba más larga, perder bastantes kilos (estás otra vez en la zona de kombate). Puedes fumar más, correr más, saltar más, ganar alguna competición olímpica de estiramientos en una cama de matrimonio. Puedes experimentar con nuevas formas de vida dentro del microondas, acumulando fabadas sobre lentejas sobre sopas chinas sobre café con leche. Puedes volver a coger la bici e intentar llegar al baño sin escalas y sin bajas. Puedes invitar a tías, algunas no quieren entrar y otras no quieren salir luego, las muy inconstantes. Puedes tocar la guitarra lo que te venga en gana, escribir el tiempo que te salga de la polla, ver pelis a toda ostia. Puedes coger esos doscientos tipos de toallas inservibles y tirarlas. Hacer collage con los bastoncillos de los oídos. Montar una sesión de aromaterapia en el fondo de la taza del váter con esos cientos de colonias que siempre llenan las estanterías, jugar a los bolos con ese par de decenas de zapatos que hasta las menos pijas tienen. Puedes reírte si tienes ganas, alto, fuerte, estentóreamente. Puedes escribir poemas en papel del váter si te jode, meter las sartenes en agua fría estando calientes para que se doblen, subirte al palomar de Ikea de un salto y joder las barreras, puedes escupir, vomitar borracho, sentarte en el suelo del baño a soltar las lágrimas sobrantes, pasarte una hora en la ducha tumbado mirando el agua caerte en cascada sobre los ojos, apagar cigarros en el parquet, acumular constelaciones increíblemente diversas de polvo sobre los libros… y sobre todo, siempre sobre todo, ya lo dije, puedes leer hasta que se te caigan los ojos, escribir hasta que tus dedos sean putos muñones, tocar la guitarra eléctrica mal trasteada hasta que te quedes sordo y puedes hacerte fotos haciendo el gilipollas que eres.

Una puta mierda, joder, cuando lanzas instintivamente las manos hacia delante en la ducha para acariciarle las tetas,

y sólo topas con la discordancia frío/caliente de las llaves de la bañera.