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Alejandra Pizarnik

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SENTIDO DE SU AUSENCIA

si yo me atrevo
a mirar y a decir
es por su sombra
unida tan suave
a mi nombre
allá lejos
en la lluvia
en mi memoria
por su rostro
que ardiendo en mi poema
dispersa hermosamente
un perfume
a amado rostro desaparecido.

Los Trabajos Y Las Noches.
(Buenos Aires, Sudamericana, 1965)

LA NOCHE

Poco sé de la noche

pero la noche parece saber de mí,
y más aún, me asiste como si me quisiera,
me cubre la existencia con sus estrellas.

Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte.

Tal vez la noche es nada

y las conjeturas sobre ella nada
y los seres que la viven nada.
Tal vez las palabras sean lo único que existe
en el enorme vacío de los siglos
que nos arañan el alma con sus recuerdos.

Pero la noche ha de conocer la miseria
que bebe de nuestra sangre y de nuestras ideas.
Ella debe arrojar odio a nuestras miradas
sabiéndolas llenas de intereses, de desencuentros.

Pero sucede que oigo a la noche llorar en mis huesos.
Su lágrima inmensa delira
y grita que algo se fue para siempre.

Alguna vez volveremos a ser.

Las aventuras perdidas (1958)

Alejandra Pizarnik

Sergi Puertas. NO.

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NO

No hay niños, ni novias, ni madres
ni terrazas, ni amaneceres, ni sol,
sólo hay gente que se arrastra por las aceras. Y cosas.
La gente, conforme se arrastra, sueña las cosas
haciéndolas como terrazas, como amaneceres, como sol.
La gente, conforme se arrastra, se sueña
como niño, como novia, como madre.
Mas no existe tal cosa:
No hay niños, ni novias, ni madres
ni terrazas, ni amaneceres, ni sol.
Sólo gente que se arrastra. Y cosas.

Sergi Puertas. Yo tampoco, tú también.

Amanda. Miradas.

Me encantan las medias de seda, estas son de color marfil. He de tener mucho cuidado al tocarlas para no romperlas. Cojo una media, la enrollo con ambas manos. Su borde superior llega a mi ingle rozándola, me observo y entiendo que me las he comprado grandes…

Él mientras está acabando de afeitarse en el baño y se oye cómo da golpecitos suaves sobre el lavabo con la maquinilla. Pienso en el tacto de su cara cuando está recién afeitado, me deleito en esa imagen.

Levanto la mirada y me veo en el espejo.

Cuando vuelvo la cabeza él me está mirando. Se acerca a mí, me tumba y obedezco. No deja de mirarme a los ojos fijamente. Su tacto es placentero; ya no me deja ponerme la otra para ver el efecto de las dos medias juntas. Tengo una puesta y la otra por poner. Mi cuerpo, así visto, me provoca placer. Mi mente se eleva, mientras el cuerpo no me responde. Hay un momento en el que siento muy fuerte mi latir de corazón, acelerado y profundo. El jadeo me sube hacia arriba y sale a través de mi boca , de forma que hace temblar mis labios. Mis ojos se van abriendo cada vez más, ante la proximidad de su cara. Sus ojos penetran los míos, noto cómo mis labios se entreabren esperando los suyos.

De repente, mi mente responde y me hace retirar la cabeza hacia atrás, pues pienso que vamos a llegar tarde. Pero él con sus manos en mi nuca me atrae hacia sí, para posar sus labios finos en mi boca, hasta sellar un leve beso fugaz.

Alza sus manos hacia mi pelo, justo en el momento en el que yo veo reflejados mis ojos en los suyos, y por un momento al cerrarlos, creo ver un sólo ser dentro de él.

Copyright: Amanda/ Noviembre del 2002.
Guiñándole un ojo a Granada; ciudad mágica.

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