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coldos

No quedó nada. Un hombre sentado en un banco de piedra mirando al camino, el mismo que lía un cigarro sin acabarlo. La boca sonríe y los ojos le lloran. Todo es tarde que no termina ni podrá terminar nunca, como el cigarro, los ojos, la boca. Como el banco de piedra en el que se sienta mirando al camino.

trifulca

Después de tanto ruido
los cristales rotos
las piernas magulladas
la visión borrosa
la sensación de culpa
el arrepentimiento
—que mana, en sigilo,
desde la base del cráneo hasta
el espacio decisivo tras los ojos—,
el no saber qué ahora,
cuándo desde ahora, cómo.

Qué parte de lo posible se ha hecho imposible
y cuánto lo seguirá siendo para siempre.

aire

Era distinto cuando

a veces

levantabas la sábana despacio volviendo del baño
en silencio para no despertarme.

Me acariciabas la mejilla un momento mientras me hacía el dormido,
te girabas y apoyabas la cabeza en la almohada hasta mañana.

Ahora duermo solo, ronco.
Suena el despertador.

No recuerdo.
Sólo digo que lo hago.