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mario levrero, el diario de la beca (la novela luminosa)

la novela luminosa

|epublibre|

No sé por qué llegué a este libro en concreto. Había leído algo en alguna parte, por casualidad. No tengo muy claro qué es todavía. Algo de un tipo peleándose con Visual Basic y con diferentes versiones de Windows. Algo de relaciones con mujeres, de paseos en búsqueda de novela negra por cualquier parte. Algo de una paloma que murió en la terraza de enfrente y de lo que pasó con su viuda durante el año siguiente. Algo de la vida despoblada de un hombre prematuramente mayor, recluido, muchos sueños, muchos muchos sueños. Supongo que cuando uno no vive, sueña. O, al menos, le presta mucha más atención y los recuerda más.

Algo de una beca solicitada a y concedida por la John Simon Guggenheim Foundation. He llegado a leer que Levrero es más importante para la escritura que Bolaño. De eso no puedo saber nada. Bolaño siempre me pareció un escritor muy limitado. No en cuanto a su capacidad de escritura, o su técnica, sino a la temática. Era un tipo con un trauma enorme, supongo, y eso le condicionó absolutamente. No le quita, en mi opinión idiota, ni un centímetro de solidez a su obra, pero la… encuadra. Dejémoslo así. Que yo diga que Bolaño es un escritor limitado es de una estupidez demencial, pero es lo que pienso. Supongo que es el caso más evidente de aquello que dijo alguien de que un escritor se pasa la vida escribiendo una y otra vez el mismo libro. Lo peor es que, en mi experiencia, esa suele ser la diferencia entre un mal escritor y uno bueno. La diferencia en sí no es la que hace al escritor bueno, sino que quizá sin ese tipo de obsesión no se llega a escribir nada que realmente profundice en algo. Profundizar es conocer.

En algún blog de los que sigo en RSS, seguramente (al final lo recordé, fue en Pons Asinorum). Un hombre mayor. Creo que hice los cálculos y el diario de la beca, lo que escribió en vez de revisar y terminar la novela luminosa en el año de plazo que tenía para entregar su proyecto, se escribió cuatro años antes de su muerte. Miré un poco en google para ver si sabía de qué murió, pero no lo descubrí. No me importa demasiado saberlo, pero no me habría molestado. Coges cariño a alguien cuando te da las pistas suficientes como para entenderle. Eso engancha, desenredar la madeja, la coherencia existencial incluso en medio de la más absoluta incoherencia vital.

Las peleas por conseguir acostarse a una hora normal. Por levantarse a una hora normal, por vivir en un horario normal. Por no perder el tiempo en el ordenador. Por escribir. Las pequeñas cosas de vivir en una casa, montar un enchufe, limpiar los cacharros. El por qué seguimos como Rambos de andar por casa, día a día, qué pone todo en marcha aunque sea a medio gas.

A veces me atraen las vivisecciones. Sobre todo cuando son de una persona real, cuando no exponen una teleología detrás, cuando no son el espectáculo cirsense de la «marca personal», uno mismo haciendo venta de sí mismo. Me recuerdan a la primera época de este museo, ese abrirse hacia fuera. Hacer público tu diario es siempre una guerra. Contra ti mismo, que no quieres decir lo que te deja en mal lugar en tu opinión. Contra los demás, que no siempre están dispuestos a oír lo que quieres decir de ellos. Contra el paternalismo, todos tienen algo que decirte cuando las cosas no te van bien. Y lo único real es que, sean como sean, nunca van bien lo suficiente como para que nadie interprete que no necesitas ayuda. En un mundo de esconder ciertas cosas y pleno del orgullo de narrarte como publicidad de ti mismo, es raro e infrecuente hablar de ti sin estar haciendo sonar un reclamo. Lo que la gente interpreta es que estás pidiendo ayuda, pero sólo estas registrando tus pensamientos en letras. Estás registrándote.

[…]Puedo escribir lo que se me antoje; nadie me molesta, nadie me interrumpe, tengo todos los elementos y toda la comodidad que necesito, pero simplemente no tengo ganas, no quiero hacerlo. Y estoy cansado de representar ese papel. Estoy cansado de todo. La vida no es más que una carga idiota, innecesaria, dolorosa. No quiero sufrir más, ni llevar más esta miserable vida de rutinas y adicciones.[…]

Un final de un capítulo expuesto como lo que no se debe hacer, o no quiere hacer, o no considera que sea honesto hacer. Algo para vender un buen libro. Un poco más tarde (¿o antes?) dice que espera tener salud durante muchos años y seguir viviendo del mismo modo. La depresión aletea por todas partes, pero una depresión como consciencia plena de lo que es, o de lo que hay. Con eso no le doy ni le quiero dar algún tipo de grandiosidad, porque no la tiene. Pero creo que un tipo que no ha estado deprimido (no me refiero a de un modo clínico, por supuesto y por favor) es un tipo que no ha rascado suficiente el decorado. «Estoy cansado de representar ese papel». Por lo que cuenta ha habido muchos momentos en la vida en los que no ha tenido dinero para vivir. Uno quizá podría pensar que vivir es algo que tienes, pero no es así. Es algo que tienes que ganarte periódicamente.

La pérdida de tiempo, la pérdida insidiosa del tiempo que transcurre sin caminar hacia los grandes logros que tienes que conseguir y que constantemente se retrasan. Levrero quiere escribir y quiere hacerlo bien, pero siempre hay un programa de VB que no está funcionando o un juego que reclama su atención. No he buscado los juegos a los que juega para ver qué son, pero no son gran cosa. No es que nada fuera a cambiar si lo fueran, ojo, porque lo que le está sucediendo es la enorme satisfacción del tiempo perdido. El tiempo perdido ya no exige nada, el tiempo perdido es un tiempo que se ha ido. ¿Fue culpa mía? En absoluto. Fue culpa del tipo que yo era ayer. El tiempo perdido supone siempre y sobre todo menos tiempo que perder, una piscina algo más vacía, una responsabilidad menos.

Una concordancia del verbo con el complemento directo, pero no lo anoté. Me jodió bastante, no me esperaba eso. Y menos después de tantas revisiones.

El tipo está a cuatro años de su muerte y se pasa las madrugadas jugando a algún juego en el ordenador, hasta que ve el amanecer. Se levanta a las seis de la tarde y desayuna, sintiéndose culpable, mira por la ventana y sigue la historia del cadáver de la paloma. Más tiempo perdido, menos tiempo por perder. Un juego de vasos comunicantes entre el reproche y la satisfacción.

Escribir una novela (cualquier cosa que puedas poner entre portada y contraportada, o algo así dice) es otra guerra. Por qué esta historia y no otra, por qué esta perspectiva y no otra, por qué este orden y no otro. Por qué hacer esto. Una novela es un engaño, un juego, un truco para que alguien reequilibre su propio reproche y satisfacción. Él se siente muy lejos ya, no puede retomar la novela luminosa que escribió veinte años antes. Sólo puede escribir acerca de por qué no escribe, mientras cosas van sucediendo alrededor.

En el mismo artículo que me descubrió la novela leí que el diario de una beca ocupó cerca de 450 páginas. Lo he leído en epub, así que no puedo saber si es cierto o no, pero la verdad es que no lo parecen. ¿Se hace ameno? No diría tanto. Levrero no quiere escribir (estoy cansado de representar este papel), todo lo que hace es evitar escribir sobre lo que tiene que, y ajustarse a sí mismo escribiendo sobre lo que hay. Equilibrar los vasos comunicantes.

¿Es una buena novela? No lo creo. ¿Me ha gustado? Yo qué sé. ¿Es más importante para la literatura que Bolaño? Desde luego no por esto. Me ha dejado cierta desazón, ciertas ganas de conocer al tipo. No sé de qué hablaríamos, la verdad, pero las ganas, pese a todo, existen. Poca o nada política, poca y muy desperdigada opinión literaria. Ritmos cotidianos conocidos.

Porque es honesto. Y eso engarza en tu propia cosa. Te reconoces en él. Si lo pienso fríamente es un peñazo. Y sin embargo…

La cultura, los productos de la inteligencia y la sensibilidad, es algo que debe circular libremente, gratuitamente, porque no puede ser propiedad privada de nadie, ya que la mente no es propiedad privada de nadie.

Después lo empaña hablando un poco, someramente, de su experiencia con los editores. Pero bueno, está ahí.

Ya he reequilibrado mis asuntos entre el reproche y la satisfacción escribiendo esta entrada del blog. Por tanto todo está bien.

¿Lo recomiendo? No sé. Quizá. Quizá como un manual de iniciación para rascadores de decorados. Quizá para usarse como un modo de dejar de construir relatos dirigidos que poco tienen que ver con lo que realmente está pasando. Quizá como un regalo que hacerse a uno mismo. Un buen regalo en determinadas circunstancias.

Y no he hablado de Chl, ni de la doctora, ni de las caminantes, ni de en qué gastó el dinero de la beca, ni de qué significa lo de «novela luminosa». No he hablado de casi nada de lo que merecía hablarse porque, bueno, es su historia y ya lo hizo él. No sé si lo recomiendo, pero espero haberte animado pese a no quererlo, así que puedes leerlo y averiguarlo por ti mismo.

No tengo ni idea de cómo podrá resolverse el problema de los artistas y los autores de software (ellos también artistas, a su manera), pero la cosa seguramente no viene por el lado de los porcentajes que se cobran por derechos de autor.

No he hablado de nada en realidad. Y al mismo tiempo he intentado hablar de todo con detalles pulcros y ordenados, con todas las pistas para que se me pueda interpretar. Quizá… es que la novela es un juego, un artificio, una especie de pasatiempo, aunque a veces intentemos que trascienda sus propias reglas y resuelva lo que no puede.

Aniquilación y Lost in the Drama

Iba a hacer un artículo realmente largo y pormenorizado sobre Aniquilación, que se quedará en mi cafetera-tostadora con !#++ hasta el fin de su disco duro y el advenimiento de la nueva era SSD. Será para bien.

1. Aniquilación

Después de leer los tres libros estoy severamente convencido de que la primera novela es demasiado tramposa, la segunda demasiado de paso y la tercera arrepentida pero poquito, ya que mientras dice aclarar algunas cosas emborrona todo lo demás, usando las tres la falta de datos interesantes como motor de explosión para que todo siga, aunque renqueando, en marcha hacia delante. Para tener que sacar mis propias conclusiones desde casi el vacío, en una especie de sandbox literario, mejor me monto yo mi propia novela. No sé si es mucho más divertido pero, al final, sacia más. En el primer libro suceden cosas que tiran de ti por el instinto natural de enlazar los puntos. Durante la lectura la sensación no es mala, pero cuando se termina te sientes engañado, y tienes razón y lo sabes pero, bueno, quedan dos más. En el segundo se dan muchísimas explicaciones sobre cosas que no importan en absoluto, y la novela existe, básicamente, porque si no no habría una tercera. No sabe qué hacer consigo misma y pone una lupa enorme sobre un manojo de personajes y situaciones que bueno, pues vale, pues me alegro. En el tercero se habla mucho de muchas cosas y no se dice nada sobre ninguna que importe. No sabrás qué conecta lo que ha sucedido, pero tendras un exceso de información sobre las motivaciones de las motivaciones de las motivaciones de las motivaciones.

No es que se tengan que desmenuzar los acontecimientos de la historia hasta que pasen por el ojo de una aguja, pero al terminar la lectura uno debería tener aunque sea una leve sospecha de que el autor, al menos él, sabe qué es lo que ha sucedido y por qué. Cientos de flecos que no se quedan abiertos por descuido, sino porque es la propia esencia de la forma que se ha elegido para narrar. Es posible que el autor quisiera hablar del desconocimiento desde el desconocimiento mismo, mostrar la imposibilidad de amarrar el hilo del sentido en el día a día. Si es así, lo ha hecho perfecto.

La película ha gustado a quien le ha gustado porque acostumbrados al calco de los guiones al uso todo lo que no lo sea nos parece un océano de profundidad y significados. Pero el guión no es tanto y el último tercio de la película no es más que el artificio del mago de oz reloaded. En Jot Down pretenden sacar una perla de un erial, y el resultado es un poquillo de vergüenza ajena mezclado con cierta incredulidad. No sé qué puedo añadir a ese respecto. Todavía no me he parado de reír del último párrafo, y eso que hace semanas que terminé de leerlo. El largo e inacabable estómago que la humanidad reserva a cosas como Lost. Dale un puzzle a un humano y morirá antes de darse cuenta de que las piezas no encajan. Ni siquiera son del mismo puzzle. Muchas de ellas no son ni siquiera piezas: hay un par de colillas, algunas chapas y piedras. Muchas piedras.

2. Lost in Space

Bff. Dura pornografía emocional, cero nutrientes. No he visto ni leído nada, juraría, en toda mi vida, con tal calibre de DRAMA sin venir a cuento. Ya lo he dicho, pornografía. Se nota la pasta en los decorados. En todo demás no. Sesudo comentario, lo sé. Pero es que no da para más.

la vegetariana

"la vegetariana"

La edición de :RATA_ es estupenda en lo visual, aunque a veces salpimentan comas sin sentido, sobre todo en las primeras páginas. Estoy metido en la segunda lectura del tirón, así que quizá tendría que haber dejado esto para más adelante, pero necesitaba escribir un poco sobre ello.

La vegetariana es una historia de violencia. La violencia que ejercemos unos contra otros en la sociedad en la que vivimos y que se nutre de nuestras respuestas igualmente violentas, la violencia que ejercemos contra los demás seres vivos, la violencia dentro del matrimonio, la violencia en la relación entre padres e hijos, la violencia contra uno mismo. Lo que salta de las páginas y te agarra para que no puedas evitar soltar el libro es ese ejercicio normalizado de la violencia visto desde la perspectiva de los que rodean a quien está en proceso de abandonarla.

Porque no sucede nada que sea especialmente violento en el sentido de sobrepasar, o siquiera alcanzar el mismo nivel, de cualquier cosa que podamos ver cada día en un telediario, una película, o una novela. Un tortazo, una violación dentro del matrimonio, forzar a comer a quien no quiere hacerlo. Momentos puntuales, hechos discretos, de andar por casa. Tremendos pero pequeños en dimensiones, aunque desde luego no en el horror que encierran. La violencia está por todas partes en todo lo que sucede, pero de un modo tan integrado en la realidad, tan aparentemente cercano, que espeluzna. Porque si algo es es un retrato fiel de cómo la normalizamos. «La vegetariana» destaca ciertos aspectos de lo cotidiano para que puedas enajenarlos de esa misma normalidad y llegar a atisbar su verdadero significado, o al menos a ponerlos bajo sospecha. La pelea del marido por el tema del sujetador, por ejemplo, es la coacción de un puño de hierro sobre todos los que quieren vivir junto a los demás. El pesado cepo de la normalidad accionando sobre tu libertad como si tal cosa.

Una mujer con una vida como la de cualquiera, casada, con familia, siente tanta repulsión por lo que la rodea que su mente teje un artificio para escapar de todo ello. No parece saber muy bien lo que quiere o a dónde va, pero si tiene claro lo que no quiere. Nuestra mente no nos sirve para percibir la realidad, sino para interpretarla, y en esa tarea puede llevarnos a muchos sitios. La historia de su viaje de escape no la cuenta ella, quizá no nos explicaría tanto el relato de la que se marcha como el de los que se quedan. La escritora nos muestra cómo perciben los demás el camino a través de tres miembros de su familia: su marido, su cuñado y su hermana.

Su marido es un hijo de su tiempo, si es que eso significa algo, que necesita una esposa como necesita un coche que le lleve al trabajo. Algo funcional, útil, que cumpla su propósito sin molestar demasiado. No le interesa lo que ella pueda ser o dejar de ser, sólo que haga lo que tiene que hacer. Y como uno prescinde de un bolígrafo que ya no pinta una vez que se convence de que ya no le sirve la abandona.

Su cuñado es un tipo que hace piezas de video como forma de arte que vé en ella la rebeldía e intenta plasmarla. Le pinta flores en en el cuerpo y la hace tener sexo con un compañero mientras graba. Cuando este se niega a realizar ciertas posturas él le sustituye. No termino de comprender lo que mueve a Yeonghye en ese punto, a participar en ello, aunque quiero pensar que la curiosidad sin más, las flores que la hacen sentirse más cerca del objetivo. Todo lo demás viene, y ella lo acepta como aceptaría llover. Una vez que su mujer les descubre el artista se larga y no vuelve a querer saber de su cuñada, ni siquiera en las ocasiones en las que habla con su mujer. Ha roto el juguete, o quizá está ya en otro juego.

La hermana es una mujer de éxito en los negocios, tiene una tienda de cosmética y se ocupa de la casa y del hijo que tiene con su marido, el artista. De los tres es la única que puede llegar a acercarse a entender lo que le pasa por la cabeza a Yeonghye. Es la única que al menos intenta mirarla. Si la comprende o no es algo que depende de lo que interprete cada uno, pero es muy honesto que la busque sólo a ella. Y que comprenda que el hilo que nos mantiene enfrascados en lo que hacemos no siempre es tan robusto como queremos pensar. Aceptamos que nos normalicen, pero eso no quiere decir que lo disfrutemos. Pagamos el precio, o somos como debemos o la propia sociedad hará que nos muramos abandonados mientras todo sigue su ritmo.

Cada uno con su guerra personal, y todos en medio de todas ellas. La adaptación a la ideología del trabajo en la sociedad del liberalismo actual, la búsqueda de uno mismo y el sentido desde la perspectiva de la reinterpretación de la realidad, el cariño y el cuidado de la familia. Ninguno de los tres, en realidad, se acerca a comprender nada. Porque inevitablemente cada uno la ve como es quien la mira.

Yo quiero creer que Yeonghye no quiere morir, que simplemente ha elegido ser otra cosa y morir no es más que algo que puede suceder entre tanto. Pero ella no quiere hablar, así que hay que intentar llegar a su mente a través de los demás, de lo que hace, de los sueños que cuenta, de las escasas líneas de diálogo. ¿Quién no se ha visto sobrepasado alguna vez por lo que podemos hacernos los unos a los otros y a todo lo demás? Pero después, como dice la hermana, todo el mundo continua con sus vidas, como si sobrevivir fuera el único centro sobre el que orbita y debe orbitar todo lo demás. Y quizá lo es, no voy a entrar ni salir en eso aquí, pero Yeonghye ha excentrado su trayectoria y ya está muy muy lejos. Inalcanzable para cualquiera.