Metralla.
No quiero seguir sudando lo que
con tanto trabajo conseguí ingerir anoche.
Triste es borrarme por el alcohol, pero
más triste es hacerlo sobrio.
—De tiendas, Cercos Vacíos.
Biblioteca de Alejandría, Sección Rabia.
1.
Perdido,
hasta el culo de cerveza
rodando por la acera mecido
en tus solemnes palabras quedas.
Borracho lindando el infinito,
aplastado por la marea del
encabronamiento y el
descontento pertinaz.
Riendo al dar tumbos rejuvenecido
en la catarsis de la fiesta del
olvido.
Golpeándome con los coches,
con la gente,
despampanante entre extraños
que se extrañan perfectamente acostumbrados
y llorando a medias
entre carcajadas nerviosas,
mecido en tus palabras lentas
y borracho de ellas y
de todo,
la epojé de la cerveza
tiene alas y tiene recuerdos y
no piensa o no quiere,
tomando de lo que no tomo
me desgasto, tomando de lo que no queda
me perpetro y
siento
(no sé si aún sabemos lo que es eso).
No sé si queda otra forma
aprisionado entre los cierres
metálicos de los establecimientos
que van cerrando.
2.
Tengo tengo tengo tengo
y no quiero no quiero no quiero
tener porque cuando
tengo tengo tengo
no hago más que temer
perder perder perder
que es algo que no sentía
cuando...
Y me da igual
porque no le doy la razón a nadie y
no seseo que signifique
mi funeral como
vivo
no quiero dar razones a los que
no tendrán más remedio que salir de su ostra
tarde o temprano.
A ver qué tal les sale.
3.
Y —no por nada:
ciento dos cuarenta y tres
barra dos seis cinco cuatro dos
barra cincuenta y cuatro—
me dirige la palabra:
goto delia delia delia
tres ram end (#dos uno seis#)
le arranco la cabeza con
una piedra y me como sus
entrañas y le
descuartizo lentamente con
la hoja de un informe atrasado.
Bastardo. Él no
tiene la culpa,
por lo que no puedo evitar
sentirme culpable
de haber acabado con una
rueda que ya tiene sucesor.
4.
¡Dios!
No podéis ni tan siquiera
imaginar lo jodido que me siento,
pero intentaré explicarlo:
me siento en el sofá del
salón y me levanto,
estoy inquieto,
abro la nevera y saco un litro
de cerveza y me lo tomo
a trancas y barrancas del
cuello al fondo,
me siento en el sofá del
salón y me levanto,
estoy inquieto,
abro la nevera y saco un litro
de cerveza y me lo tomo
a trancas y barrancas del
cuello al fondo,
me siento en el sofá del
salón y me levanto,
estoy inquieto,
abro la nevera y saco un litro
de cerveza y me lo tomo
a trancas y barrancas del
cuello al fondo,
me siento en el sofá del
salón y me levanto,
estoy inquieto,
abro la nevera y saco un litro
de cerveza y me lo tomo
a trancas y barrancas del
cuello al fondo,
me siento en el sofá del
salón y me levanto,
estoy inquieto,
abro la nevera y he terminado la
reserva así que medio borracho
me encamino al bar
compasiva Biblioteca de Alejandría,
sección Rabia,
y vomito en un baño porque no
es el mío y no debo limpiarlo.
Con el estómago vacío
me siento en la banqueta de
la barra y me levanto,
estoy inquieto,
abro la cartera y compruebo
disponibilidad y pido un litro
de cerveza y me lo tomo
a trancas y barrancas del
cuello al fondo,
me siento en la banqueta de
la barra y me levanto,
estoy inquieto,
abro la cartera y compruebo
disponibilidad y pido un litro
de cerveza y me lo tomo
a trancas y barrancas del
cuello al fondo,
me siento en la banqueta de
la barra y me levanto,
estoy inquieto,
abro la cartera y compruebo
disponibilidad y me largo
completamente ido
sin saber bien qué
estoy haciendo y
buscando entre las caras
de la calle un amigo o
lo que sea
que me invite a un litro
porque mi rabia es infinita
y tiene la forma de una piedra
de sal en el estómago
y no pienso aguantar que me expliquen
que lo mío es una enfermedad
terrible y que debo someterme
a tratamiento,
más bien les sometería yo a todos ellos
por no beber lo que dé de sí el
cuerpo o los ojos o la boca o
el infierno personal que tenemos todos
en este corral idiota. No entiendo cómo
pueden tener la frialdad del acero
mientras desaparecen desaparecen
se esfuman obliterados
en silencio, perdidos
como
inviernos pasados,
alucinaciones de un segundo que
aplastó la lucidez vesánica
de los caminos de cera.
5.
No me gusta
generar imágenes
equivocadas en ningún caso.
Mi problema no es una excepción.
Pero no lo soporto.
6.
Y así ando y hago el amor no
sé por qué porque
lo que yo quizá necesito es
violencia y
automutilación a mansalva.
Fumar colillas, oler como un
puto perro, sentir los sobacos
pegados por el sudor rancio
gomoso del abandono,
beber garrafón
y vestir con andrajos,
no tener nada para escribir
y hacerlo en el aire con
mi dedo mientras imagino
lo que sería
lo que sería
todo si fuese todo de otro modo.
7.
Y por eso
(y sólo por eso)
hago esto no debiendo
hacerlo
no estando capacitado
no queriendo.
Porque si todo fuese
de otro modo no
reventaría de esta forma
no tendría que hacerlo y
quizá hiciese
arte,
y te diría
te quiero
no exactamente como ahora lo
hago.
Quizá no sería un sentimiento
velado.
Vámonos a ver a alguien.
Dime que esté agusto
sin beber,
que hable de todo un poco
y comente la política y el tiempo,
dime que te rodee con mi brazo y
que ría los chistes
mientras...
No puedo casi ya más.
O ya casi no puedo más.
Ya sabes:
B.A.R.
Imposible rescate.
1.
Esto es lo que tú querías.
Era esto.
Andabas perdido buscando en los bares
y en los cementerios
respuestas que amoldaran con
el pensamiento y,
pensabas,
desgastabas los zapatos en
pasos necesarios.
Seguías seduciendo una realidad
fácil que no deseaba eludirte.
Quisiste entrar lo suficiente como
para no darte cuenta de que ya
estabas
dentro.
Querías lo que aguardabas y mirar lo
que ya tenías
no era opción alguna.
Sólo la inocencia.
2.
Y no entendía cómo poder
seguir siendo así en el espacio
y
el
tiempo
corrompido
del mantenerse vacío
en un rictus estúpido e incomprensible,
en un llanto silente autoproclamado de
engaños.
Y él no entendía cómo
volvía cada
día
a comprar pan y ajo,
la carne y la fruta y el
pescado. No se entendía
a sí mismo en eso porque era
imposible hacerlo. Estaba serenándose
en los movimientos rutinarios
que le dan el tibio sentido a la vida
de no
carecer
de lo necesario.
Y aunque no lo entendiera
era algo.
3.
Un imposible cigarro
pende de la boca de ella
mientras me deja colarme en su
entrepierna, estando
en esta tarde
de domingo por la tarde
en la que el tiempo se
acelera.
Un imposible viaje
ribeteado de espera,
de años mirando con ojos
inquisitivos los ciclos
mecánicos del viaje a
ningunaparte.
Y ella es posible que esté
en otro sitio, en algún punto
remoto escribiendo poemas
y tomando cerveza al sol del
mediodía.
Imposible rescate.
Imposible enlace.
Fin de la transmisión.
4.
Lo recuerdo perfectamente
aunque me traicione la
maldita memoria:
estamos tomando café en una cafetería
confusa y
desdibujada
y ella me pregunta por
si quiero ir a alguna parte
y yo no sé que contestar porque
he perdido demasiado el tiempo
desnudándome para no
apegarme a nada.
Ella lo entiende porque
suena
resuena
el sordo
golpe
de los acontecimientos sin
sentido que
se repiten
como las gotas de lluvia
sobre la tierra
sobre la tapa del ataúd
sobre el cuerpo del muerto.
5.
Lo recuerdo alto y claro
y efectivamente estábamos
en una piscina de aguas azules
bajo cielos azules
yo disimulando una erección
y ella disfrutando de mi situación común
y ridícula
y queríamos martini
o queríamos besarnos
y follarnos definitivamente
y fumar largos cigarros satisfechos
mientras nos acariciábamos
sobre una hierba verde
en la que nacían toallas
de diseño inefable
y alto y claro recuerdo el sol
de la tarde
anaranjado para atraer la noche
y la inaccesibilidad de
la licra de tu bañador
y lo demás
se aleja...
6.
Lo recuerdo tajantemente
tú o ella estás o está
disfrutando de
una noche de luna llena
en mitad de la nada
en una aldea de Guadalajara
invocando a ciertos
particulares dioses que no
conocemos más que de oídas
—perfectos así para jugar—
estimulando sensorialmente
el alma
y la fiesta empapadita de alcohol
y el aire huele a humedad en el
lavadero y el
pilón tiene espuma de jabón
de grasa de cerdo
y tú y yo y las cosas
dando vueltas en círculos concéntricos
exactamente sobre la
frente despejada
de nuestras cabezas.
7.
O no recuerdo nada
pero quiero
o estoy burlando el tedio
con inventos
o lucido
recuerdo
cómo la mañana
nos sorprendió sobre la
hierba de la vera del río
rodeados de botellas de
cerveza vacías
con tu mano en mi mano
y sonrisas sobre la resaca,
la halitosis y la mala ostia del
despertar
o no recuerdo nada
o es que tú te has ido
y no tengo constancia
de vivir lo que
he vivido.
8.
Y quizá no quiero recordar
lo que no quiero
porque llegó el tren
—que, por otra parte, casi
siempre llega—
y de repente estaba yo
en la estación agitando la mano
con unas gafas de sol
de recuerdo
agitando la mano imbécil
sin darme cuenta de nada
feliz por tener parcelas
de tu cuerpo de prestado
en mi piel, en mis labios,
en mi pelo
trofeos de guerra,
ecos de combates mayores,
sombras desleídas e impotentes
ante un próximo e inevitable
rescate imposible.
9.
Y ahí,
teniendo lo suficiente
para nada,
compartiendo con el cenicero
las colillas
buscando restos de vodka en los
vasos que se apilan en la
cocina,
en zapatillas,
pensando en aquello
o inventando aquello
o simplemente
deseando aquello
mientras me ducho,
me lavo los dientes,
me afeito,
me peino,
me visto,
me calzo,
me voy al trabajo.
10.
Y ya en el autobús
y ya en la puerta
y ya tomando un café
y ya en el ascensor
y ya en mi sitio
y ya mientras enciendo el ordenador
y ya mientras abro el teléfono
y ya mientras contesto
mi cerebro se nubla y muta.
Engrasado cien por cien.
Seis horas y media de
calma vendida y/o
bendita.
Epopeya de un hombre privado de sueño.
1.
Reflexiones aparte
me consuelo repitiéndome
como se repiten los días
cada día y:
hace frío aquí, en casa
colillas rescatadas del cenicero
y la cama deshecha
pensamientos huidizos
y acobardados y
una camisa para combatir el hielo
que esta bien dentro
y
platos sucios en el fregadero
vasos sucios en el fregadero
cubiertos sucios en el fregadero
pensamientos que no quiero
me levanto y rebusco otra vez en el
cenicero, sin suerte
anotación primera:
no duermo.
2.
No hay tabaco
esto es un documento gráfico.
3.
Tengo poesía en
la punta de mis dedos,
pero escribo con el
bolígrafo.
Él sólo entiende de trazos.
4.
Arranco la esquina
de la habitación con las
manos mientras consumo un cigarro
que será imposible rehabilitar
jamás.
Tengo dentro
un corazón de ceniza que
no creo dispuesto a
intentar un armisticio.
Tú —¿qué tú eres ya?—
llamas a la puerta
que suena de repente como si jamás
lo hubiera hecho y
abro.
Entras y preparas café mientras yo
me recupero en el baño.
Te estás riendo como si jamás
lo hubieras hecho, a medias
divertida y a medias compasiva y
comprensiva. Cuando salgo
me olvide los pantalones dentro y
de nuevo me escondo,
no lo soporto,
no me entiendo.
Tomas café sola
en el salón y yo consigo llegar
al pasillo
—esta vez con pantalones—
asomar la cabeza,
verte tan hermosa con
la luz filtrada por las cortinas,
removiendo con la cucharilla
has encendido la tele
te pregunto qué quieres
verte
tan solo verte
ven aquí
Te dije que sí. Sí.
Pero cogí
la puerta y me fui esperando que no
estuvieras a mi vuelta. Porque
hay demasiadas cosas
que filtran luces sin la misma
inocencia que las cortinas.
5.
Y me fui y
quede dormido en
un banco donde desperté
en un perfecto punto
de congelación
y volví a la calefacción de mi casa
pero tú estabas aún
allí y
un poco cabreada
intentaste entenderme una vez más.
Yo me escondí en el baño y
me quedé dormido y ni aún así
desapareciste
porque eres un sueño que
necesito
aunque entienda que no existes.
No me queda más remedio que huirte.
No puedo volverme rematadamente loco.
Porque quizá tú estés en otra parte.
Pero desde luego no aquí.
6.
Apilo los cigarros junto al cenicero y
voy contando:
10,
9,8,7,
6,5,
4,3,2,1,
Al final cero.
Empiezo a verte
un poquito menos.
7.
Me siento algo desplazado
y no entiendo
no entiendo
cuándo comenzó todo
a parecer otra cosa que no era
ni la de antes ni la correcta.
Retomo el control del reloj
y
retomo el orden de los acontecimientos
y sumo y sigo
y me siento a los pies de
la cama
(donde nunca estuviste)
y reviento en náuseas
pero no vomito,
pienso que existo y
por lo tanto me callo
y me jodo
y me voy al trabajo.