salir con miguelón
Leyendo Trópico de Capricornio mientras echaba un truño que me rondaba por dentro desde que me desperté, me encuentro con esto:
"Quien, por un amor demasiado grande, lo que al fin y al cabo es monstruoso, muere de sufrimiento, renace para no conocer ni amor ni odio y disfrutar. Y ese disfrute de la vida, por haberse adquirido de forma innatural, es un veneno que tarde o temprano corrompe el mundo entero. Lo que nace más allá de los límites del sufrimiento humano actúa como un boomerang y provoca destrucción".
Creo que lo voy a poner por todas partes.
Ayer salí con Miguelón. Me lo pasé bien, muy bien, la mejor salida desde el 14-S. Pero me gasté lo que no tenía (aunque me importa una mierda), y excepto alguna escaramuza menor de rozamiento medio solapado no hay mucho destacable aquí, aunque en la noche sí hubo mucho destacable. Me encontré con la piba de la ballena y me pidió el teléfono, —espero que no llame hoy, porque tengo la noche de lectura correcta—. Me volví a encontrar con Edu, después de tres años, hubo un momento de la noche en el que tenía cincuenta euros en el bolsillo (que no eran míos) y me sentí como Henry Miller, como un Henry Miller de Alcobendas que pide copas y las paga mientras todo le importa una puta mierda y sólo quiere vivir, a toda prisa, para cerrar las heridas y rellenar los agujeros. Y vaya si lo hice, además en el contexto de una mierda de garito englobado en una mierda de ciudad, lo que le añade mayor sordidez al asunto. No busco lo sórdido por principio estético, no hay nada sórdido, es que sólo en la futilidad y lo volátil de la noche me siento a gusto, sólo allí puedo sentirme lejos de daños y rasgaduras que me rodean, más o menos, el resto del tiempo. Sólo allí o en la facultad, es curioso, parece que sólo las conversaciones inanes y las conversaciones supuestamente elevadas tienen la capacidad de sacarme de mis moratones, je, vaya cosas, sigo sin tener término medio, o lo tengo menos que nunca. Tengo el cuerpo destrozado pero, sorprendentemente, parece que sigo adelgazando (y eso que me metí, al llegar, un trozo de empanada, una lata de albóndigas y otra de fabada en lata, esta mañana desperté y era infinitamente peor la situación de mi estómago y mi sistema intestinal que mi resaca), todo el mundo me cuenta lo bien que me ve, así que supongo que la cara no es el espejo del alma.
¿O sí? Porque en realidad no me siento mal, ahora mismo. No sé si es porque han estado Solano, María, Vic, Leti y Ortondo tomando café, no sé si es por haber estado acompañado desde las doce, yo qué sé, pero el caso es que no me siento nada mal, ni triste, ni melancólico, ni acabado, ni roto. Un poco sucio, quizá, pero muy vivo al mismo tiempo. ¿Esto me hacía falta, me estaba equivocando? Por supuesto que me estaba equivocando, pero aunque esto no sea precisamente lo que me hacía falta, tengo que aferrarme a algo. Y al cabo del tiempo funciona. Yo no soy este tío, creo, pero tengo que serlo, porque no tengo otra cosa. De momento me gusta, y cuando deje de hacerlo se acabó. Salir no es algo de lo que dependa, no es algo tan terrible como pudo ser la historia con Lore, puede acabarse cuando yo decida. La vida está ahí minando al mismo tiempo que crea, las cosas suceden y es agradable estar metido en medio, romper incluso con lo que soy a ciencia cierta, porque eso acabó conmigo en su día y no puede repetirse más. Aunque lo hará, supongo, pero entonces estaré más entrenado, más fuerte, más sabio. Sigue siendo raro no acostarme con Lele por la noche, o no verla por aquí, haciendo cosas, pero cada vez menos y, sobre todo, cada vez duele menos. La resignación es eficaz. La vida hace el resto. Ahora me pondré a leer. Ha sido bueno ver a todo el mundo, quiero que todos sepan que estoy bien, porque, aunque en su momento no me preocupó en absoluto (y creo que es normal que no me preocupase) ahora sí que pienso que tienen que ver cómo estoy, que arranqué. Es bueno para todos, no pueden andar comiéndose la cabeza conmigo todo el tiempo. Al menos de momento la vida nos está separando, Lele, como te dije. No puede ser de otro modo, o quizá sí, pero no lo veo y tú no tienes convicción, todo te da igual, todo en aras de que yo esté bien. Bueno, supongo que tú debes estar en alguna parte, y es precisamente ahí donde te has puesto. Pero me pregunto qué piensas tú de todo esto, de las cosas que suceden, de lo que nos está sucediendo; sea bueno o malo, no me refiero a eso. Supongo que echo de menos la cercanía, la sinceridad, el absoluto trasvase de información en ese puente que teníamos tendido. Aunque no nos entendiéramos muy bien ahí estaba, y ahora ya no. Es algo para echar de menos. Sería monstruoso que no lo echasemos de menos. ¿Es posible que no lo eches de menos? Todo es posible, no fue muy agradable verte anulada. Pero supongo que puedo decirte aquella frase de Baudelaire que decía que todo lo que nos sucede nos lo forjamos nosotros. Supongo que problemas internos espolearon los externos.
Pero ahora me siento más fuerte, más duro, más curtido. Más capaz de afrontar las cosas como vengan, menos indiferente al mismo tiempo que más indiferente (no puedo decirlo mejor), más irresponsable en general y más responsable de las cosas que me suceden. Me siento más libre, eso sí es cierto, mucho más libre, y no me refiero con esto a el sexo opuesto, sino a todo, más dueño de lo que hago, de lo que siento, de lo que quiero. En realidad quiero decir menos acojonado por la vida, menos acobardado. Siento que tengo en mis manos la bola de cristal que va a colocar los acontecimientos.
Supongo que me oculté tras un halo de responsabilidad, de control, de dominio, para esconderme a mí mismo todo el miedo que sentía por todo. Ahora nada me da miedo. Absolutamente nada. Todo sigue, todo seguira sucediendo, para bien o para mal, y eso es fuerza bruta. No me preocupa la casa, ni las cosas, me he liberado de su dominio terrible. Lo que tengo, lo tengo dentro, y eso no lo voy a perder, y si lo pierdo vendrán otras cosas, otros pensamientos, otras ideas, otros relatos, otras canciones. La sensación de libertad, de independencia, es maravillosa. No me importan los objetos, no me siento obligado a hacer o a pensar o a sentir. Todo está a punto de suceder. Todo.