encuentros

Aquí ando, terminando de perfilar esta página, tomando un güisqui, un chupitín, nada serio. Me ha llamado Lore, lo que me ha hecho pensar en Lore, lo que me ha llevado a amar a Lore, pero no con mucho dolor. No, no demasiado. El fin de semana fue muy bruto, muy muy bruto, y al final, después de todas las historias, quedé con Lore. Al principio estuvimos un poco tensos, tomando café en un sitio muy pijo. No me siento molesto porque me invite, de algún modo extraño es más bien al contrario, me gusta. Ella estaba preciosa, como ha estado siempre. Después de tomar unos vermuths en el profesional la cosa mejoró, porque le pedí hablar de cosas más serias, es decir, de nosotros. Me estuvo contando cómo se sentía en los últimos tiempos de la relación, como yo la anulaba y la hice sentir sin personalidad. Siempre supe que eso sucedería, y que era culpa suya. Simplemente, no supo enfrentarse a un tipo que tiene personalidad de sobra. La verdad es que en los últimos tiempos no hacíamos demasiado, nos amamos tanto que no comprendimos el concepto de dos vidas unidas, pero dos vidas todo el tiempo. Me dio mucha pena comprobar que en ningún momento supimos enfrentarnos a nuestro propio amor. Esto, que es una puta cursilada, es radicalmente cierto, así que si hay risas que las haya en otra parte, joder, y no aquí, no en esto. Si ahora estamos como estamos, aún amándonos como imbéciles, es por esa falta de capacidad. Joder, cómo me jode. Recuerdo los últimos seis meses y me pongo de los nervios, tantas tonterías, tanta estupidez... Cómo perdimos la habilidad de vivir la vida, joder, cómo lo hicimos. Claro, evidentemente yo creo que ahora podríamos con ello, pero ella, según su opinión, se tiró los últimos seis meses luchando por la relación, según ella nadie ha luchado tanto por una relación como ella, y ahora no tiene esperanzas. Ninguna.

Un incencio en mi propio cenicero. Vaya, tendría que tirar las colillas alguna vez. Escarceos con Rosa, nada serio, nada serio en el futuro cercano, espero. Y al ver a Lele, por primera vez, en vez de perder el norte y perder todas mis ilusiones, las sentí con más fuerza, entre ellas las ganas de escribir.