cosas que nos unen aunque ya no tengan realidad
Ayer fui a tomar unas cervezas después del trabajo, supongo que no podía aguantar la soledad de la casa tras la noche anterior. Llevo todo el día de ayer pensando cómo meter esa noche en esta bitácora. Me sucede algo sorprendente, y supongo que estupendo para algo. De repente siento que no puedo meter aquí cosas de Lore, o que haya vivido con Lore, porque ya no me pertenecen del todo. Antes existía una asimilación total entre ambos, una especie de relación simbiótica extrema que nos confundía en un solo cuerpo. Podía contarlo todo sin ningún problema, de ahí, por ejemplo, la bitácora hasta septiembre, todas las barbaridades que fui capaz de poner aquí. También sucedía que yo estaba viviendo una realidad paralela a la propia realidad, un ideal estético (eso no quiere decir que fuera bonito, o que me hiciera feliz, los ideales estéticos no son sólo para eso, sino también para rellenar huecos que necesitas vivir, independientemente de que te hagan bien o no), que me recorría por dentro y transformaba la percepción y la mirada. Yo era el artista medio muerto y vencido por las cosas que se enfada, patalea, se quema, grita y está siempre perjudicado mentalmente. Por eso digo que entiendo que lo que fue fue lo que fue. Quiero decir exactamente lo mismo que si digo "ayer llovió", el mismo grado de absurdo y de necesidad al mismo tiempo.
Estoy destrozado como sólo un tipo que no estaba allí puede estarlo. No pude hacer nada, estaba atado de pies y manos.
Salgo cada día, buscando una luna que ande sola. Me gusta estar fuera. De lo que pasó, diré que nos mensajeamos, después me llamó y la llamé yo, y quedamos. Vino a buscarme al trabajo y nos fuimos a Madrid. Media hora aparcando. Nos tomamos dos cervezas en el triskel, seis euros. Después, como me avergonzaba no tener pasta a medias y a medias estaba buscando la fiesta le dije que podíamos comprar una botella. Ella conocía a la china del establecimiento, así que no hubo problemas. Subimos a su casa y nos tomamos media hablando mientras escuchábamos música.
Eso son algunos hechos de los que acontecieron, sin significado de por sí.
El problema sucede si tengo que hablar de significados. De aquellos abrazos, por ejemplo, desesperados. Aferrándonos ambos como si volviéramos a ser dos amantes que no se han visto en largo tiempo. Me pregunto si esos abrazos no significan que hemos vuelto a vernos, como somos ahora mismo, en este punto efímero. Me digo que no. Puedo hablar de una frase suya, que recuerdo más o menos literalmente: "para que yo pueda reconstruirme necesito pensar que no vamos a volver nunca, porque si no me quedo parada". Frase fuerte, y no por el no volver nunca, sino por el quedarse parada. Parada... ¿por qué? Eso es una tontería, si el espejo no devuelve imagen no hay nada en lo que deternerse, si sólo puedes construirte a lo bestia es que no puedes construirte. Los abrazos nos unían en una realidad que no gusta. Nos estaban metiendo prisa y emoción en el cuerpo. Me pregunto qué podría decir de dormir juntos, abrazados, masajeándonos mutuamente los pies. Nada, absolutamente nada. De todo ello, en conjunto, podría decir dos cosas, que no son sino dos mundos diferentes.
En uno las cosas que nos unen siguen existiendo aunque en una realidad en la que ya no tienen sitio. Desde este punto de vista, son absurdos.
En otro las cosas existen en la realidad, y somos Lorelay y yo los que vivimos fuera. Empeñados en no reconocer lo que sucede, en apartarlo de nosotros.
En el primero oímos ecos del pasado, en el segundo somos ecos de un mundo raro.
Estuvimos soltando muchas cosas aquella noche, no todas, pero si algunas. De vez en cuando venía el bajón. Remontábamos. También nos reímos mucho, fue, en parte, una fiesta. Una fiesta tímida, pero no un quirófano.
Por otra parte, ¿qué sentía yo? Un millón de emociones al mismo tiempo, contradictorias, desenfocadas, globales. Un millón de acontecimientos. Soy muy cambiante sobre un núcleo duro, debo decir. Sabéis cual es el núcleo duro en esta historia, ¿verdad? Así que haga lo que haga, lo lleve bien o esté llorando en la almohada, sabéis qué es lo que hay debajo, lo que lo está configurando todo. Hay que tener mucho cuidado con el amor, establece vínculos que son muy dolorosos cuando se rompen. Pero esa noche estaba razonablemente bien, porque estaba viviendo la noche, sin implicar ningún pasado, ningún futuro. Y yo estoy muy a gusto con Lorelay, es innegable. Ya, claro, diréis, ¿pero qué paso al día siguiente? Aún no lo sé. Cuando Lorelay me dejó sobre las doce en Plaza Castilla me fui a comer con mis padres. Después al curro. Después unas cervezas y dormir. Después a la facultad, y ahora estoy aquí. Luego al curro. Luego unas cervezas con Abel y dormir. Luego la facultad y el curro y a ver a Fabián (hace años que no lo veo) en su casa con Jara. Si tengo que romper, romperé el sábado por la mañana.
No puedo contar lo que siento, porque es evidente. Sentí pena, por la relación, por Lorelay y por mí. La relación está acabada, o no, o yo qué sé, Lorelay lo pasó jodidamente antes de tomar la decisión (y después), y yo no supe vivir lo que sucedía en aquellos momentos. Ahora sí vivo, por eso no pudo ser una noche triste completamente. Tampoco alegre del todo. Sentí mucho amor y mucho respeto por Lorelay. Me impresionó. También me desencantó, por otra parte.
No tengo más tiempo, debo irme. Seguiré con esto.