cambiar la guitarra
Aquí estamos, con la facultad de pagar religiosamente el alquiler y una vida sentimental completamente desecha. Ayer compré un risk del señor de los anillos para cebar al crío que llevo dentro y ocupa aproximadamente el setenta y cinco por ciento de mi cuerpo. Víctor y Leti empiezan a tener más presencia, la abuela de lore la tiene toda, mis vacaciones vuelan y yo no hago nada de nada y me vuelvo medio loco. Tumbo catorce o quince cervezas diarias de mahou, lo que me mantiene en une estado semi-catatónico placentero e indoloro. Devolví la guitarra y me dieron las pelas, tuve que montar un pollo antológico, porque no tenía el embalaje y habían pasado más de tres meses. Me tiré media hora cabreándome antes de ir, tanto que ni me despedí en el coche ni de Lore ni de la abuela. "Perdona, un compañero tuyo me recomendó esta guitarra, y es una mierda, yo quería la fender de 60.000" Me mira con indiferencia y dice: "Sí, es una mierda". Eso me cabreó un poquito, así que empecé a berrear. Ellos querían que la arreglara en el fabricante. Yo grité que no. Ellos querían que la cambiase por otra. No. Ellos querían darme dinero del cutre inglés a cambio. No. Ellos querían devolverme el dinero. Sí. Luego me tocó pelear arriba. "Tienes que traerme los recibos". "¿Está loca? No voy a traer los recibos". "Entonces no le vamos a poder hacer la devolución". "Sí, si van a poder". Y, por supuesto, pudieron. Fui a una tienda de juegos (J de juegos) donde me dijeron (entre muchas otras cosas) que no sabían hacer el solitario de bolas. Tenían uno encima de la mesa. Por supuesto, lo hice (soy un bacilón). Nos regalaron un solitario extraño, se lo llevó Víctor, que es un gordo cabrón. Volvimos a jugar al trivial, yo me anestesié con cinco o seis cervezas y no estaba tan mal. En ese estado todo es maravilloso, supongo. Mi risk era demasiado complicado como para aprender en cinco minutos. Pero ya sé. Anoche practiqué, Lore me ayudo. Después fuimos a la cama donde renovamos lo nuestro con un sacrificio carnal y después, resollando, paramos juntos nuestros cuellos y nos susurramos te quiero al oído. Qué difícil es estar vivo, juer.